Ya en el
primer poema «Confidencia»,
Carmen Badillo hace una declaración de principios y de intenciones:
"Escribo para que la luz
traspase la anchura de mi ser"
Se trata de
una dimensión personal de su poesía
donde la luz va a ser el eje
trasmisor de la palabra que se aloja en su pecho, origen del alma, abrigo del
corazón, alegoría de la vida y centro de gravedad de su voz poética.
Esta voz está «Detenida» dentro de los versos, que son como una casa en la que
espera a que un lector desconocido le dé vida haciendo de la palabra un abrazo.
En otras dos ocasiones se descubre a este alter
ego reclamando protagonismo: en «La
voz dormida», como símbolo de la reparación de su "ser herido" y
desdoblándose en paloma que sufre un profundo dolor físico, real, en «Preguntas por mi dolor».
También hay
pistas para el conocimiento del yo
creador en «Búscame», donde nos expone
una guía para aquellos que pretendan adentrarse en su interior, a través de la
naturaleza, pero el límite de la indagación llega hasta donde comienzan sus
sueños.
El lector se sitúa en el libro como un
observador privilegiado ante los acontecimientos vitales o los profundos
pensamientos.
Muchos son los
elementos naturales a los que acude
la autora para que expresen sus sensaciones, sus emociones, como la humilde
hoja que cae sobre el río, los apocalípticos caballos del desamor y de la
muerte o la reverberación de la luz en el agua, que es un llanto del alma...,
como el abrazo al jacaranda o a la luna (el abrazo, otro tema presente a lo
largo del poemario, como forma de amor místico)..., al igual que la lluvia a
modo de encarnación de la inocencia, o como el mar, destino, anhelo e incluso
personaje de cuento.
Las anécdotas biográficas como su pasión
por la música en «Seducida por el canto», «El
concierto», «Al maestro» son periódicas,
del mismo modo que el recuerdo de su padre en «Búscame» y «Luna clara» o de su abuela, «Mi abuela Carmen», donde los epítetos
marcan los mágicos detalles del poema. Sus hijos Silvio -corazón que late y que
galopa- y Gabriela -hija de la luz-, así como su sobrino Ángel emergen por las
páginas del libro dando fe del amor de madre y de su especial sensibilidad.
Salpicados
entre sus páginas, aparecen los temas
poéticamente recurrentes: la soledad,
recuerdos de
infancia o las composiciones autobiográficas, en las que plantea un análisis reflexivo.
En «Soy mujer del sur» nos habla de
su nombre "soy Carmen" y
juega con su significado: canto, canción, poema..., mientras que con «Alma de mujer» se confiesa
-humildemente- y anuncia que "sin
ser poeta nacerán poesías".
Lo simbólico pulula
a lo largo de su versos de manera constante: la libertad de los pájaros, de las
cometas, el poder regenerador de la omnipotente luz, las estrellas, la lluvia
-su deseo de ser agua como forma de unión natural con este mundo-... y las imágenes
cercanas a Lorca o a Alberti como la luna, el pozo, el mar o la niña.
El dolor queda patente en numerosas
ocasiones a lo largo de la obra. Es un tormento físico "de cuchillas de acero" que expresa
los estadios del sufrimiento humano con una angustia insomne. Este aislamiento
que produce la aflicción de saberse enfermo queda superado en el poema «Gratitud»
El único reproche encontrado en el poemario es
el que podemos apreciar en «Equidistante»,
un texto donde los sentimientos se desnudan ante un espejo, con un juego de reflejos
que culmina así: "cuando te perdí,
me encontré".
También veremos
alusiones a pensamientos filosóficos y
religiosos -hilo conductor en algunos de sus poemas-, con los que pretende
diluir sus versos y consigue hacerlos trascendentes.
Dos personajes humanamente cotidianos están magistralmente
dibujados: María Luisa, en «Cautiva»
donde se describe el afán de superación de una mujer, truncado a veces por el
fracaso. El otro es el «Saltimbanqui», héroe intermitente que trabaja gracias a
los semáforos en rojo, fielmente retratado.
No hay que
olvidar los homenajes a su Málaga natal, que se muestra en «Inmensidad», a Lorca, a M. Troisi, ni
los poemas finales de su hija Gabriela que promete continuar la saga.
En resumen: un
libro ameno, intimo, reposado y una promesa poética hecha voz, que expone la
ternura de una mujer subiendo, peldaño a peldaño, la escalera hacia La Luz.
Confidencia
Escribo
para que la luz
traspase
la anchura de mi ser,
la
belleza me contenga
y la palabra
restaure el olvido.
Para
eximir el dolor
pues
nos hemos ido comiendo la tierra,
ya solo
pisamos el asfalto.
Hasta la
urraca que se ha posado
un
instante en el alfeizar
lleva en
su pico azabache
la luna
menguante,
que
sigilosa sustrajo a la noche.
Engullidos
por el tiempo
devoramos
la vida.
Escribir
porque ya nada nos sorprende,
porque
el canto y el verso
contienen
la palabra
y la palabra
es bienhechora
para trazar
el camino a los sueños.
Porque
escribir es una forma de amar,
de
acariciar con las palabras.
Podemos
con palabras
crear el
final de la historia
y
transformar el mundo.
Escribir
para sanar,
conectar con mi yo superior
y que la poesía suceda.
Mª del Carmen Badillo Baena
Del amor
Mis
amores tienen nombres
son mis
ansias, mis deseos.
Carrusel
que no se detiene
carrusel
que mueve el tiempo.
Mis
amores tienen nombres
y si
no, me los invento.
Los
amores perdidos,
los
llevados en secreto,
los que
cultiva la mente,
los que
la soledad mece en silencio,
los
sinceros.
Los que
morirán conmigo
porque
conmigo nacieron.
Mis
amores tienen nombres
son mis
ansias, mis anhelos.
Y no
han de importarme
amores
ni nombres,
se ama
sin pretenderlo.
El amor
tiene alas
que nadie
puede cortar
porque
le nacen de adentro.
Mª del Carmen Badillo Baena
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