María Guivernau, con su libro más de
cien pasos de baile nos introduce en un mundo personal donde los
sentimientos dibujan paisajes interiores en los que el desengaño y el dolor
dejan paso a la reflexión y a la superación. Es una voz lírica muy personal y
directa, sin ambages.
La obra
está dividida en capítulos titulados tango
(pensamiento triste que se baila), bossa
nova (estado personal propio e íntimo),
kizomba (abrazo íntimo y sensual) y bulería (baile bullicioso, alegre e
independiente). En ellos se van desgranando los reflejos de una vida apasionada
y la secuencia de imágenes de una mujer al
otro lado del espejo. Esa mujer es la parte visible de una voz poética femenina que abre su
corazón y muestra las heridas de amor:
Te hablo de
decepciones y vacíos,
tú los llenas
a besos.
Te muestro las
cicatrices
las recorres,
despacio,
con la yema de
los dedos.
(De “mirándome”).
Son
numerosos los momentos en que una nube negra cubre los pasos de baile (algunos
títulos son evidentes: “olvido”, “maldecirte” “trauma severo”):
Lo malo no
eras tú
sino la
ausencia de ti
tumbado a mi
lado en el colchón.
lo malo no
eran las caricias
que no dabas
sino las que
usabas
para comprar
polvos de un rato.
(De “lo
malo”).
He decidido no mojar más
mis heridas en alcohol;
si han de hacerlo,
que se sequen al sol.
Las quiero cerradas,
Cicatrizando.
(De
"brindis")
Pero la
intensidad de su entrega y la pasión despejan el camino para superar el
desamor:
Fue inevitable
abrazarte.
Como lo es
pasar contigo
de la ternura
al deseo salvaje,
de los besos
en la frente
a la locura de
dos lenguas enredándose,
de la lectura
apacible de un poema
al chirriar de
una cama sin cabecero.
(De “mi
invento”).
El resultado
de esta superación es una mujer nueva, distinta:
Es una mujer
que ya no espera,
que abre los
brazos
y sonríe a lo
que llega.
Es una mujer
que ya no busca,
que encuentra,
que descubre,
que inventa.
Es una mujer
mimando cicatrices,
cuidándolas
para que nunca
vuelvan a
reabrirse heridas.
La miro. Me
mira.
Lloro. Llora
conmigo.
Acerco mi mano
a la suya.
La toco. Me
toca.
Tan yo. Tan ella.
(De “la
mujer del espejo”).
Su libertad no
se vende,
cada día saca
brillo a sus alas
antes de
surcar el cielo
persiguiendo
sueños.
(De “la
chica lagarto”).
Y, ahora, soy.
Sólo eso. Soy
yo. Una. La. Chica.
Todo juego comprende un riesgo.
(De “soy
yo”).
En la poesía
de Guivernau parecen convivir mundos paralelos: pasado y presente, sueño y
realidad:
Confieso,
aquí y ahora,
que me he
dejado llevar
y he caído,
inevitablemente,
en un sueño
contigo.
(De
“confieso”).
Soy la chica
poeta.
La que,
sentada en tu sofá,
rellenaba
páginas en blanco
con letra casi
ilegible;
la que desnuda
te recitaba
mientras tú
hacías oídos sordos.
(De “soy
yo”)
Que no hay
frenos,
ni
autocontrol,
que sólo hay
sueño
pellizcado
de realidad.
(De "de
tu boca").
Ya no sé si
sueño,
no sé ya si
despierto.
(De "no
sé si sueño")
En mi
insomnio escribo
y sueño
despierta
dibujo
versos incompletos...
A veces te
traigo conmigo.
Y no sé ya
si eres tú
o la ilusión
que inventé.
(De "el
cigarro de después").
Recordar que
hubo un tiempo
en el que creí
que los sueños
podían hacerse realidad.
(De “collar
de cuentos”).
El lenguaje
de más de
cien pasos de baile aparece desnudo, sin complicaciones grandilocuentes,
pero lleno de recursos literarios imprescindibles (reiteraciones: anáforas y
paralelismos; antítesis y elementos paradójicos…) e imágenes que hacen de su
poesía un colorido ventanal que insinúa las palabras surgidas de un alma imparable,
siempre en movimiento, bailando.
Algunos
ejemplos:
A ti, que no recuerdas los silencios,
ni las noches en vela,
ni mis lágrimas mojando tu pecho,
ni las falsas promesas,
ni las mentiras,
ni el desamor aquel.
(De “«o» de
olvido”).
Es el final de una cuenta atrás
y el inicio de un camino.
Cero. Termino.
Desde cero. Comienzo.
(De “cero”).
Ven a
desnudarme de capas.
Desabrígame
de tristezas.
Desabróchame
los recuerdos,
desliza
despacio la cremallera
que esconde
los miedos.
(De
“explorador”).
Confieso
que he caído
en la trampa
de tu boca,
hablándome a
versos
besándome
poesía.
(De”confieso”).
El ritmo de
la poesía de María Guivernau hace honor a los pasos de baile tras de los que se
ordena. Puede ser rápida, telegráfica o lenta y pausada:
Como si no volvieras.
Como si fuera un sueño.
Como si no hubiera mañana.
Ahora sí. Ahora no.
Estás. Te escondes.
Más. Menos.
Cerca. Lejos.
Te quedas. Te marchas.
Sol. Luna.
Cordura. Locura.
Amor. Odio.
Intermitente. Siempre.
(De
“intermitente”)
A veces la situación
se presenta con escasos verbos:
Dejarse.
La piel reacciona.
Abrazos deshaciéndose en el aire.
Boca sedienta.
Ojos que miran perdidos.
Punzadas en el corazón.
Respiración entrecortada.
(De
“dormir”)
O, por el
contrario, la acción se hace dueña del poema:
Así que ahora
es mi tiempo.
Hoy. Aquí.
Improviso.
Miro. Siento.
Bailo. Sonrío.
Pienso.
Escribo. Hago.
Tiempo Presente.
(De
“presente”).
Guivernau
utiliza magistralmente las formas no personales del verbo en sus versos, con
especial énfasis en la expresión de elementos descriptivos:
Creer
estar sostenida
por un
amor transparente
y estar
a punto de ahogarme
en las
aguas más turbias,
enjaulada
entre caricias,
absorta,
cumpliendo
deseos.
Todos.
Hasta los imposibles.
Danzando
sin parar en un baile de máscaras.
Dormida,
vencida, ciega,
envenenada,
idiotizada, perdida.
(De “diez
años”).
Ser, estar, parecer.
Copulativos sin acción.
(De “Eres.
Estás. Pareces”).
Igualmente expresivos
(y rítmicos) son algunos de los sintagmas empleados:
Un grito
ahogado.
Cuerpo
consumido.
Lucha
constante.
(De “ahora”).
Desgarros de placer.
Deseo escrito en las pupilas.
Danza de cuerpos calientes.
(De “animales”).
Y por
último, un fragmento de la obra de María Guivernau donde se aprecia el dominio
del ritmo mediante la acumulación de rápidas palabras que parecen rebosar el
verso, para terminar de forma telegráfica (pura expresión del sentimiento):
Los recuerdos
se disuelven,
las sonrisas,
la magia, el deseo, el dolor, el ansia, el
amor, la
desesperación, los tequieros, las decepciones,
la amistad, el
abrazo, la tristeza, el beso...
Giran entre
ellos, mezclándose.
Vértigo.
Caída al
vacío.
Coraza, coraza, coraza.
(De
“coraza”)
Un libro que
recomiendo a todos los que aspiren a recorrer algunos de los rincones del alma
de una poeta, a aquellos que quieran conocer la poesía de contacto, de piel contra piel, como María Guivernau
misma dice "en mis sueños".