Una hoja de almendro,
poemario de Jorge Fernández Gonzalo publicado en 2004, es el décimo nono Premio
de Poesía Hiperión.
Caracterizado por una poesía íntima, elaborada desde un plano
muy personal y con una selecta recreación de imágenes (hoja, lluvia, alondra,
luz...). Está presentado en tres momentos: Haz, Canto y Envés. En este libro se
nos propone un giro tridimensional alrededor de una simbólica hoja de almendro
y de un paisaje descrito a base de sensaciones, de sentimientos y de
reflexiones, en el que se funde el yo poético:
El libro estaba escrito
Entonces en su savia,
En su promesa, y mi palabra es
nerviación
Y brote, tentativa,
Correspondencia entre mis actos,
entre mi vida y su dibujo. [...]
Todo lo que se nombra es ya hoja
Que nacerá de los almendros, y es
Lenguaje, y aventura, es la leyenda
Proclamada, memoria del futuro,
Como el río conoce en su despliegue
La caída entre rocas, su camino.
(En "Floración")
El escenario lírico
es un horizonte de emociones reflejadas en los elementos naturales (Sentir es mi obra... Sentir es el gran libro...). Las
palabras son yemas y son labios y los
ríos son versos sin estrofa. La luz viene
a ser, en ocasiones, la protagonista (como sucede en "Albada") o
elemento integrante del vitalismo "Primaveral". También la lluvia
adquiere importancia por su carácter generador:
Es música del tiempo y partitura
Del tacto, este caer, entre nostalgia
Y rendición, entre crimen y pureza,
De la lluvia.
[...]
La lluvia es una fragua.
(En "Lluvia.
Variación primera")
La mirada del
poeta y su espíritu creador rondan los versos del primer bloque –Haz–. Para él,
Se crea si se mira. Se destruye con la
memoria. Y el mundo se intuye
[...] Soy su testigo y como tal su
Creador:
Reta
Con la mirada, como si poseyeras.
Roba si miras, porque estás creando
Y todo creador hurta al vacío...
(En "La
mirada")
A lo largo de
toda la obra, surgen dos temas recurrentes, la hoja y la alondra. El primer
elemento parece vinculado a una exaltación vitalista del universo poético de
Fernández Gonzalo, mientras que la alondra resulta ser un motivo de reflexión sobre
el paso del tiempo o una especulación llena de recuerdos:
Pasa una alondra y pienso que he
perdido
Su vuelo y otras tantas oportuni-
Dades en este cielo aún no escrito
(En "Alondra",
página 14)
Todo lo que ha ocurrido, aunque durase
Unos breves instantes
Ya tiene vocación de eternidad
(En "Alondra",
página 26)
¿Por qué este aroma tan cargado
De recuerdo? El azahar y su traición,
El oreo del tiempo y la pizarra
De los días
(En "Alondra",
página 29)
El segundo
fragmento del libro de Fernández Gonzalo tiene como título "Canto".
Es otro plano distinto al planteado en el primer apartado, aunque el alter ego lírico sigue actuando de forma
consciente sobre el espacio poético:
Mi mirada es la yesca golpeada,
El pedernal que aviva y que da hondura
A tanta creación bajo la aurora.
(En "Yesca
y pedernal")
En esta
ocasión, los recuerdos de infancia y juventud afloran:
Cuántas cosas sin nombre, sentimientos
Sin precisión, sin calma,
revolviéndose
En donde no llegaba la palabra
Sino por su recuerdo. Algunas horas
En compañía y juegos infantiles
Cuya inocencia hoy no entenderíamos,
Y reír sin motivo, ingenuamente,
Para desperdiciar cada momento
Con desprecio y desdén no aprendido
Porque todo valía.
(En "Un
recuerdo")
La nostalgia es tristeza.
Y más aún si añoras lo que nunca
Sucedió, y unos pocos besos que
cayeron
Como el trigo en la época de siega,
Sin mano que rescate su semilla, o sin
pájaro
Hurtando el fruto a su manera
merecido.
(En "Nostalgia")
En estas fotos y por las paredes,
Cada vajilla, la honda chimenea
Frente a la cual las vidas
De mis antepasados
También se consumieron.
(En "Casa
antigua")
Pero la mayor
parte de los textos de este apartado están orientados a la entidad corpórea
como protagonista, a través de la sublimación metafísica del contacto, donde se
hace realidad la escritura sin idioma:
Apréndete su cuerpo
porque tendrás que dar a los rescoldos
Del olvido su tacto, su lenguaje
La variación febril de sus caricias
Para seguir buscándolo siempre.
(En "El
olvido")
También se identifica
el cuerpo con la naturaleza:
Sea el cuerpo.
Sea su tacto ingenuo en el hallazgo
De la luz. Coincidencia
Entre mi mano alzada hasta la hoja,
Vuelta en hoja y en árbol al instante,
Hecho yo todo tierra, campos fértiles.
(En "Inmediatez")
Los cinco
últimos poemas de esta segunda sección terminan siendo un canto a la mística
del cuerpo y a su entrega amorosa, excepto el número dos, que vuelve a retomar
el anhelo de trascender, de vivir en las hojas de un árbol y de culminar
escrito en un papel en el que puedas, tú,
tocarme.
Reanuda Jorge
Fernández, en la tercera parte del libro –Envés– el empleo de los dos asuntos
reiterados en el primer bloque: la hoja y la alondra.
Esta última emerge
como testigo del paso del tiempo: Y una
alondra que pasa / Como signo de un día / Que no ha dejado herida ni cordura,
alrededor de la especulación del yo creador:
Cómo mirar es el problema [...]
Fiel
A la palabra y a la paz, respiro,
Es el oficio que he elegido.
(En "Alondra",
página 55)
En
"Alondra última" la voz del poeta realiza una declaración de
intenciones y de principios sobre la creación poética:
Yo vine a no entender la
Vida, a no aprenderla,
A descubrirla con el traje nuevo
De la infancia y la luz, porque
comparto
Mi cuerpo con los pinos y los ánades,
Con el maíz, y el fuego sin hogar.
(En "Alondra
última")
Esta misma
especulación está presente en "Retirada": Y ahora escribo / Sin deudas [...] Llega el momento de la fragua / Y la
escritura.
En la primera
"Hoja" (pág. 58) de este tercer momento poético asistimos a una visión
contemplativa de los árboles: La luz los
ha nombrado así. Luz que se va a convertir –en el segundo poema "Hoja"
de la página 64– en protagonista: ¿Qué
descansa tras la luz?, que ilumina el paisaje: Allá, a lo lejos / El sol es una araña / Pisoteada. El último poema
dedicado a la hoja se titula "Hoja última". El poeta parece culminar
en él las introspecciones personales y creativas realizadas durante toda la
obra:
Estas hojas son páginas
Donde se escribe la ecuación del mundo,
El fractal del futuro, mis acciones
Bajo la servidumbre de su savia.
[...]
Y estoy tomando todas las decisiones
En este instante, es esta
Hoja de almendro que celebra
Mi propio acto de celebración.
(En "Hoja
última")
Esta tercera sección aparece veteada de
momentos líricos llenos de delicadas imágenes:
Mis manos sólo sirven para nombrar las
cosas
Con su sola caricia, y domeñarlas
Al cauce de mis dedos, fugitivo
Don de la inmediatez, mármol preciso.
(En "Manos")
Sólo
Yo sé, olvidada Berenice,
Que es verdad tu cabello en las
estrellas.
(En "Constelaciones")
(Vale por un poema sobre mi tristeza,
[...]
Por un poema en el que no me atrevo
A mostrar las miserias, y que sólo
Esbozo en sugerencias
Sin valor... perdonen
Mi grave falta de sinceridad).
(En "Cheque
sin fondos")
La poesía de Jorge
Fernández Gonzalo, en Una hoja de
almendro, me ha sugerido la visión de un cuadro creado a base de pinceladas
simbólicas que insinúan un paisaje interior, estático. La mirada sobre ese lienzo
lírico se convierte en holograma sensorial gracias a la original perspectiva de
un yo poético omnipresente y a la inspiración de la luz que atraviesa sus
versos.
Y como muestra de lo dicho anteriormente,
valga este poema:
MERECIMIENTO
Desgraciado el que besa y no ha sentido
La convicción del mundo por sus
labios.
Si una hebra de viento, de invisible
Aleteo de alondra lo acaricia
Calladamente y brinda su esperado
Tomillo, la ternura de su aroma
Azafranado y frágil, si no siente
La pulsación, el eco, la embestida
De un sabor, sólo el pan para su boca
E inanidad de agua, si, manchado
De aire alrededor, en una túnica
Ligera por sus hombros, concibiéndolos
Por un peso de atmósferas y fraguas
De polvo y de cadáveres, de sumas,
De amaneceres, noches, de gladiolos,
Si no siente, si el cuerpo es ciego y
sordo,
Si no siente la gracia, no merece.
Foto tomada de El diario.es