He tenido la suerte
y el placer de recibir un regalo navideño especial: una antología poética de
Miguel Garrido titulada Macedonia de
frutas. Su autor es un asiduo asistente a los recitales poéticos que
Rosario de la Cueva organiza en el
Centro Riojano de Madrid. Allí entablamos él y yo una breve conversación sobre
la composición lírica y me ofreció su libro, que he leído con mucho agrado y
placer.
El libro comienza
con un poema titulado “Pórtico”, que sirve de ingeniosa presentación para el
extenso florilegio:
Pórtico
Macedonia
de frutas con olores,
colores y sabores de la tierra:
amargos, dulces, ácidos o suaves,
que en la boca deshacen sus esencias.
Frutas
dulces que impulsan la alegría
de saber y sorber la vida plena.
Ásperas frutas que en su gusto amargo
las penas de la vida nos recuerdan.
Frutas
cuya acidez suelta las lágrimas
y como un revulsivo nos despiertan.
Y esas frutas que suavemente bajan
en digestión sin prisas ni sorpresas.
Macedonia
de versos,
como
las frutas que nos da la tierra:
amargos, dulces, ácidos o suaves,
y
en el alma deshacen sus esencias.
Miguel Garrido es
un poeta que ha recogido los sentimientos, las impresiones y los testimonios de
toda una vida en una obra muy bien estructurada; con especial delicadeza y
cuidado, Garrido expresa las experiencias que un espíritu curioso y metódico ha
ido anotando e interpretando líricamente durante años.
La temática de los
textos presentados es numerosa y variopinta: paisajes, figuras, elegías a la
desazón de vivir, amor pensativo, niños y mascotas…además de unos originales
sonetos menguantes o el especial rincón de los poetas.
Transcribo algunos
de los momentos más destacados de su obra:
Perteneciente al primer
bloque, titulado “Cantos a la alegría de vivir”, pongo de relieve algunos fragmentos
que considero interesantes para ejemplificar el buen hacer poético del autor.
El primero se refiere a su trastero y el segundo a su armario de juguetes
–poesía de lo humilde y de lo cotidiano–:
Aquí el hogar mantiene su memoria
y una estación de paso hacia el olvido.
cementerio de los objetos muertos.
infierno y purgatorio en revoltijo.
(En “El trastero”)
gh
Pero nuestros juguetes quedaron encantados
en una infancia eterna donde el tiempo no existe.
Y envueltos en nostalgias aguardan nuevas manos.
(En “El armario de
los juguetes”)
Dentro de este
conjunto de poesías encontramos algunas bajo el epígrafe de “Sensaciones” o
“Propósitos” a ellos pertenecen estos versos:
Es un eco tal vez del país encantado
que al dormir visité virginal.
Que la vida es un fino cristal vertical
con el lado del sueño dorado y el lado
de los grises del mundo real.
Y quizás sin saber cuál es cuál.
(En “Canción al
despertar”)
gh
He creado la estampa de los bosques,
la magia de la brisa rizando praderas,
los enfados del mar, reinventándose siempre,
los gritos del torrente saltando entre las peñas.
[…]
La belleza no existe por sí misma.
Es el alma del hombre quien la crea.
(En “El tiempo”)
gh
Me cansé de vivir la vida en prosa
(esta vida mezquina a ras de suelo).
Quiero ascender a las regiones puras.
Quiero soñar, quiero vivir en verso.
(En “Prosa y verso”)
Esta última estrofa
es todo un canto de entrega y pasión por la poesía. Para terminar esta serie,
copio uno de los mejores momentos líricos según mi opinión:
Megalomanía
onírica
Me
gustaría a veces ser la última
persona que quedase en el planeta,
en un mundo vacío y silencioso
que
por completo y sólo mío fuera.
Poderme
pasear sin prisas ni ansias
por
las calles de la ciudad desierta
En las casas entrar, abrir ventanas,
cruzar los Se prohíbe de las puertas.
Sentarme
en el sillón del presidente
para echarle un discurso a las estrellas.
Hacer pintadas contra los gobiernos
de
años seis mil de explotación y guerras.
Poder
cantar, gritar, llamar a voces,
cuando sabes que nadie te contesta.
Apreciar la tristeza y la alegría
de
saber que a los hombres representas.
Y
luego, frente al fin definitivo,
ponerme en pie y alzando la cabeza
a los cielos gritar: Conmigo acaba
del
viejo Adán la estirpe (¿o la pandemia?).
(Murió
la humanidad. Y Dios descansa
por fin sobre la tierra).
En el apartado siguiente,
los temas tratados en los poemas giran alrededor del amor, de ahí el
encabezado: “El amor pensativo”, que incluye amores de juventud, “La lujuria
dormida” y “Los amores profundos”, dedicados a su esposa y a su madre.
Con “El primer
verso” inicia Miguel Garrido sus recuerdos juveniles:
Mi primer verso: duende
que, tímido y travieso,
extraño, pero amigo,
malo, pero sincero,
reza al primer amor
con miedo de ofenderlo.
(En “El primer
verso”)
Este es otro poema
relacionado con sus primeros amores:
Los notarios
Hoy he vuelto a
pasar bajo aquel árbol
donde una tarde
blanca fuimos novios.
Donde quedó el amor, con nuestros nombres,
grabado, entre suspiros, en el tronco.
Hoy que el amor
se ha muerto, indiferente,
nuestros nombres seguían. Pensé sólo
que los árboles
deben –por notarios–
tener mejor
memoria que nosotros.
Y dos fragmentos
más que recuerdan a su madre y a su esposa:
Mamá:
el niño se hizo mozo y luego hombre,
tú siempre eras mamá.
El refugio y el puerto. La luz, la estrella, el
libro.
La bóveda, el pilar.
(En “Amor y muerte
de mi madre”)
gh
Pedestal para mis sueños.
Parte real de mí mismo.
Puente de amor y de sangre
a mis hijos.
(En “La esposa”)
En el grupo de
poemas cuyo encabezamiento es “Flores de barro” encontramos a un poeta social,
comprometido. Él mismo nos indica, al comienzo, su intención:
Toscos poemas con sentimiento, honestidad, argumento
y cierto aroma de rebeldía social. Algunos, bastante largos, hay que leerlos
completos, como penitencia para que nuestros pecados de ciudadanos de moderna superficialidad sean perdonados. Hay también algunos poemas que quieren ser irónicos y suelen quedarse en nostálgicos.
De este apartado
destaco dos poemas. El primero, “Mecanógrafa”, me recuerda mucho a
“Dactilógrafo”, que escribió Mario Benedetti. Un texto reivindicativo, según
explica el propio autor:
Mecanógrafa
Un
paisaje de números por tu vista resbala.
Tinta y polvo. Expedientes. Y luz artificial.
(Sobre la orografía de papel de la sala
tus
risas de muchacha vierten un manantial).
Sentada
ante la máquina de escribir (esta vieja
fábrica para enanos) intentas trabajar.
Un
cigarrillo enciendes. Y el humo azul te aleja
hacia un ensueño dulce: dulce amor, dulce hogar.
Distinguido señor. Dos puntos. Y el hastío.
Ya dejas de escribir: ¡hoy no está el director!
Te espera en el cajón (el alma siente frío),
brazos y hojas abiertos, la novela de amor.
Amor:
vals de la vida. Y una voz: Buenas tardes.
Cierras, veloz, el libro. Y miras sin querer.
¡Peste de compañeros! Ridículos, cobardes,
desprecian tu trabajo por ser de una mujer.
Piensan en los entierros que los hombres
no lloran,
pero lloran si suben el sueldo a su rival.
Discuten como sabios de todo lo que
ignoran.
Se acusan y se esconden como en un
carnaval.
Se postran ante el ídolo de su propia
tarea.
Tienen todos un alma de ¡muñecos! Y amor:
Amor:
neblina falsa. Y estrujando la idea,
Regresas a tu máquina:
Y
tus dedos descalzos huyen por el teclado,
cuidando que las uñas no rocen el barniz.
Huyen de ti, del tedio, del ambiente cansado ...
Tus pulsaciones gritan: ¡Amor!, ¡amor feliz!
Juventud,
la flor seca que en un libro reposa.
Desencanto y cansancio: dos veces soledad.
Y hasta la mecanógrafa de la novela rosa
se
casó con el conde y olvidó tu amistad.
Y el otro poema que
elijo es un texto que no tiene caducidad, ya que sigue vigente, desafortunadamente:
El mendigo
Ante el
escaparate de la pastelería
–opulento de dulces, refulgente de luz–,
de una figura oscura siento la cercanía,
recortada en la línea del fuerte contraluz.
La observo de
reojo: sin duda es un mendigo,
con aspecto cansado de viejo perdedor.
Se envuelve en la bandera de un
desastrado abrigo,
soldado de una guerra perdida y sin honor.
Despacio se me
acerca. Despacio retrocedo.
Un paso da adelante. Un paso doy atrás.
Y de pronto
susurra: –Señor, no tenga miedo.
Le pediré un pequeño favor y nada más.
Su mano en el
abrigo rebusca su fortuna.
y un montón de
monedas saca luego de allí.
Las mira y las recuenta con cuidado una a una.
Y, calderilla en mano, se arrima más a mí.
–Me prohíben la entrada, murmura, fatalista.
¿Querría usted comprarme dos pasteles, señor?
Me tiende las monedas y bajando la vista,
repite humildemente: Por favor, por favor.
Dentro del Capítulo
“Niños y mascotas” encontramos un poema titulado “Marcha de los soldaditos de
plomo” que incluye unas instrucciones para que se lea, si es posible, escuchando
la Marcha de los soldados de plomo de
Gabriel Pierné. Son numerosos los textos aclaratorios y los comentarios del
autor que aportan datos sobre las circunstancias en que se crearon o sus
intenciones:
Los rostros de
la brisa
El padre y los
hijos adolescentes fantasean sobre la brisa, una tarde de verano, en una playa
asturiana.
-¿Y qué es la
brisa, hijos míos?
-Las cosquillas
en la cara.
-Las ramas que
se columpian.
-Las nubes
blancas que pasan.
-El silencio que
susurra.
- El fuerte olor
de las algas.
- Las brumas
cuando recogen
sus gorros en las montañas.
-Los humos, que
se deshacen
en pinceladas abstractas.
- Las olas,
cuaderno efímero
de rayas sobre la playa.
-El tobogán
invisible
donde las gaviotas bajan.
-Aliento azul de
Dios Padre,
suspiro limpio de un hada ...
(¡Fuera, no
vale, es muy cursi!).
- De un hada
cuando se lava
los dientes, como nosotros,
temprano por la mañana.
(Y los ánimos se encrespan,
la discusión se hace rápida):
-¡Un duende que
te despeina!
-¡Una bandera
agitada!
-¡Una chica
sujetándose
las faldas que se levantan!
(¡Fuera, no
vale, no es seria!).
- Pues ecuación
matemática:
velocidad, dirección,
binomio y raíz cuadrada.
-La brisa son
las ideas ...
-Ya está bien,
hijos, ya basta.
Todo es cierto y todo es falso.
La brisa es todo y es nada.
-¡La brisa son
las ideas
que nos lanzamos airadas!
-¡Y en vendaval
se convierten
cayendo frescas del alma!
(Los hijos -pasión y lucha-
se arrebatan las palabras,
mientras el padre, abrumado,
abandona la batalla).
Verano
de 1983.-
Piñeeres
de Pría, concejo de Llanes, Asturias.
A
mis hijos: Mónica, 14 años, Alfredo, 13, y Laura, 10.
La siguiente sección
está dedicada a “Jardines y estaciones”. Contiene cantos a elementos de la
naturaleza e incluso “Coplas a mi antigua casa”. Pongo de relieve el siguiente texto:
El viento
¡Ay
viento transparente!
Si eligieras color,
¿con
cuál te quedarías
para vestir mejor?
¿Azul
de cielo claro?
¿Rojo de ardiente sol?
¿Verde de suave prado?
¿De la tierra el marrón?
¿Amarillo
de espiga?
¿Polícromo de Bar?
Ay,
viento, ¿me permites
que te aconseje yo?
Si
eres brisa y caricia,
sé blanco, por favor.
Si
eres tormenta y golpe,
el negro da temor.
Ay,
viento, amigo mío,
Te amo más en color.
Si
yo pudiera verte,
¡qué perfecta la unión!
Y, además,
reproduzco aquí un fragmento de “Primavera de jardín provinciano”, donde la
broma y el desenfado están muy presentes:
¡Vaya
primavera más cursi y ridícula
la del jardín grande de nuestra ciudad!
La jardinería la corta en cuadrícula,
mas
no hay primavera si no hay libertad.
[…]
Cada
rincón tiene su altar al Mal Gusto:
en lugar de estatuas aladas, el busto
de
un burgués glorioso y cubierto de hiedra,
que pone los ojos en blanco del susto
de
ver a unos novios que se besan, justo
bajo sus tremendos bigotes de piedra.
(En “Primavera de
jardín provinciano”)
La parte titulada “Paisajes y figuras” incluye poemas dedicados
a personajes anónimos y a ciudades como Ginebra, Londres, Valladolid, Madrid,
Lisboa… donde demuestra un profundo conocimiento de las mismas y una intensa admiración:
Yo tenía diez años y vivía en las nubes.
Estaba enamorado apasionadamente
de una ilustre vecina de nuestra ilustre villa,
Su Majestad en piedra, nuestra diosa Cibeles.
(En “Madrid, mis
amores en piedra”)
gh
Dejemos a los
áulicos poetas inspirados
que recuerden
las glorias del imperio romano,
sentados en sus piedras venerables, formando
con lágrimas en verso los más excelsos charcos.
Yo, que soy un
poeta todo terreno, canto
simplemente a los gatos:
Salve, gatos de
Roma, mis esquivos amigos.
Silenciosos, distantes, discretos inquilinos
de estas ruinas heridas del paso de los siglos
y el peso de los hombres.
Vosotros, que estáis vivos
entre las
piedras muertas que van hacia el olvido,
en su melancolía ponéis vuestro optimismo.
(En “Saludo a los
gatos de Roma”)
Miguel Garrido
presenta su serie “Pequeño sonetario” afirmando que escribir un soneto es como hacer un proyecto para graduarse como poeta…
De sus más de doscientos sonetos, el autor dice haber dedicado casi un centenar
a amigos y compañeros: Me parece que el
soneto es una forma redonda para
encajar sentimientos y describir personas, a la manera de pequeños retratos
literarios. Garrido selecciona algunas composiciones y yo elijo estas dos
piezas por su filosófico mensaje:
Pensar, soñar
Dijo
Renato: Pienso, luego existo.
Pero
Pedro añadió: La vida es sueño.
¿Son pensar y soñar un doble empeño
para afrontar nuestro final previsto?
Pensar
en qué soy yo y en qué consisto?
¿Pensar si existe Dios y es juez y dueño?
¿O soñar y olvidar que soy pequeño
y
al fundirme en la nada la conquisto?
Pensar: Sí soy. Soñar: No soy. Dilema
que Guillermo también trató en su día,
cuando escribió: Ser o no ser. Problema
que
no ha resuelto nadie todavía:
Pensar, soñar,
doble postura extrema
que hace eterna en el hombre la agonía.
*
Evidentemente, Renato es René Descartes, Pedro,
Pedro Calderón de la Barca y Guillermo, William Shakespeare, o sea, el francés,
el español y el inglés.- Agonía se entiende aquí en su significado etimológico
de combate.
gh
Canción del
hombre concienciado
¡Qué
gozo fue quitar prados, colinas,
arroyos,
bosques, campos de amapolas,
estrellas,
brisas, vivas banderolas
de
bandadas de oscuras golondrinas
para
poner viviendas y oficinas,
compactas
geometrías, rompeolas
de
cemento y metal. Y mil farolas
donde los perros marcan sus esquinas!
Vivo
en la vida gris jovial tristeza.
Sorbiendo aire poluto yo disfruto.
El dolor de cabeza da nobleza.
Con
prisas y tensión pago el tributo.
Y he cambiado la vil naturaleza
por
el Santo Producto Interior Bruto.
Además, Miguel
Garrido incluye un soneto escrito en idioma lirinn (inventado por él en su
novela corta Geografía e Historia de Lirinca:
San viantix
eiran
Vai axia u tarix
lasis, estolastian,
anseraxian es tasian anorodion:
agosis san tenadix mennox modion
c' acrimanen es anex nosivastian!
Traducción:
Las santa iras
Me pongo a vuestro
lado, iconoclastas,
heterodoxos y rebeldes todos:
¡abajo los fingidos
buenos modos
de hipócritas y
falsos entusiastas!
Finaliza este
bloque con una serie de “Sonetos menguantes”, un juego métrico donde las piezas
van disminuyendo de nueve a tres sílabas “con lo que espero que el alto
tribunal de las musas me conceda el título de Poeta cum laude, aunque solo sea
en reconocimiento al esfuerzo realizado” –dice el autor–:
Risa y sonrisa
Qué sana
la risa,
sin prisa,
con gana.
Galana
sonrisa,
cual brisa
temprana.
Un justo
remedio
con suerte,
que en gusto
mi tedio
convierte.
Del apartado que
viene a continuación, “Elegías a la desazón de vivir”, he seleccionado algunos
de sus pasajes más destacados donde el poeta habla de Dios, la muerte, el
mundo, la vida… y reflexiona sobre ello:
El ruido y el
silencio
El
estruendo del mundo sube al cielo.
y Dios está enfadado:
Hágase el silencio, dice al fin un día
(el enésimo día, para ser exactos).
Y
el silencio ha caído en la ciudad
como un sólido manto.
Y
la deja sin ruidos, sin tumultos, sin músicas,
sin manifestaciones y sin tráfico.
Y
Dios mira su obra y en ella se complace.
y dice a los humanos:
-Os permito tan sólo el rumor de las
olas,
la canción del torrente despeñado,
el siseo del viento entre los árboles
y el canto de los pájaros.
Y
luego Dios durmió. Y al despertarse
el
ruido estaba allí otra vez, bronco, a su lado.
(Porque
hay cosas, Señor, que ni Tú mismo
podrías arreglar con un milagro).
gh
El mundo me está grande
y me rebosa por todos los extremos.
Es como un viejo traje, holgado y sucio
que se escurre y me aprieta al mismo tiempo.
Con dobleces que
hieren
y bolsillos
vencidos por el peso.
Con desgarros
que al aire me desnudan
y con manchas
que ensucian los ensueños.
¡Qué molesto,
qué extraño y qué ridículo
dentro del viejo traje yo me siento!
(En “El mundo”)
El siguiente poema
tiene un cierto parecido con “Palabras para Julia” de José Agustín Goytisolo.
Ambos merecen estar en la categoría de los mejores testamentos poéticos:
El juguete
Hijo mío, maneja
con cuidado
este juguete raro que es la vida.
Es frágil y se rompe fácilmente.
Sólo se usa una vez y va de prisa.
El que llamamos
Dios, el fabricante
-ciega y sorda entidad, lejana y fría-,
se niega a recibir reclamaciones
después de facturar la mercancía.
Y si intentas
abrirlo, a ver qué hay dentro,
una caja hallarás, hueca y vacía.
¿Pensabas ver el
alma? ¡Si no existe!
El alma es sólo
un soplo de energía.
Y tu mente, un
efluvio de tu cuerpo,
que al jugar con la vida se imagina
que posee un tesoro inagotable
en lugar de una
endeble baratija.
Cuida bien tu
juguete sin embargo,
porque a pesar de fallos y fatigas
es todo lo que
tienes como herencia,
con él comienzas y con él terminas.
¡Piensa que ir
no podemos
a la juguetería!
gh
El tiempo es el señor
de nuestras vidas.
El tiempo nos robó la libertad.
Esclavos suyos somos y mendigos,
mendigando más tiempo, más y más.
De niños nos llenaron
la cabeza
con consignas de astuta iniquidad:
No lo pierdas,
No sueñes, No te embobes,
El tiempo es oro, no lo emplees mal.
(En “El tiempo”)
El penúltimo bloque,
“El rincón de los poetas” es una interesante especulación sobre la creación
poética, la inspiración y las “armas del poeta”. Dejo aquí dos instantes de su
obra:
Yo
me siento poeta, camaradas
[…]
porque a menudo
-en
medio de mi vida monótona y cansada-
la diosa me ha tocado con su dedo meñique,
el ángel ha batido cerca de mí sus alas
y
al sentir aquel roce y esta brisa
se
me ha partido en luces todo el alma
-igual
que la girándula de un fuego de artificio-,
fuera y ajena a mí, sin tiempo y sin distancia.
(En “Saludo a todos los poetas”)
Las palabras
Aquí está nuestra herencia: poco a
poco,
desde que somos niños, nos regalan
-con el tesoro inmenso
del idioma-
un gran cajón repleto de palabras.
Cada palabra es una catedral en sí
misma.
Con la piedra del tiempo fue labrada.
Los hombres la vivimos, la usamos,
la violamos.
y ella resiste y se transforma y
gasta.
(Hay palabras que viven para siempre.
y hay palabras que mueren olvidadas).
Pero además de ser el lazo entre
los hombres
y de hacer con sus frases los muros de la casa,
las palabras moldean nuestra mente,
las palabras le ponen cuerpo al
alma.
Con palabras pensamos y soñamos.
La historia escriben y la historia
guardan.
En ellas conservamos nuestra
sabiduría,
hacemos nuestras leyes, sentimos la esperanza.
Con palabras se sufre.
Con palabras se ama.
Con palabras se habla y con su
acento
se pone una voz propia a cada patria.
(Si las manos son nuestras
herramientas,
si las piernas sostienen nuestra marcha,
si abarcamos el mundo con los ojos,
la vida se completa en las
palabras).
El último conjunto
de poemas, titulado “Tono menor” tiene un carácter recopilatorio de versos
breves, haikus, tankas y otros juegos poéticos. Copio algunos de ellos:
Tiende el ciprés
su dedo solitario
clamando al cielo.
(En “Haikus”)
La fiesta estalla
con músicas y luces.
¿Dónde te encuentras?
Si no estás a mi lado
para mí nunca hay fiesta.
(En “Tankas”)
Fin
Qué difícil resulta
terminar de escribir
para poner debajo
esta palabra: Fin.
Cada vez que la escribo
me acongojo a morir:
¿Será este Fin el último
Fin de todos mis Fin?
Enhorabuena a
Miguel Garrido por sus setenta años escribiendo poesía. Es un trabajo meritorio
que aporta una brisa poética original, un punto de apoyo para la reflexión y
una exposición de momentos íntimos para que el lector se recree.