martes, 19 de julio de 2016

Otra recomendación: «más de cien pasos de baile», de María Guivernau.


María Guivernau, con su libro más de cien pasos de baile nos introduce en un mundo personal donde los sentimientos dibujan paisajes interiores en los que el desengaño y el dolor dejan paso a la reflexión y a la superación. Es una voz lírica muy personal y directa, sin ambages.

La obra está dividida en capítulos titulados tango (pensamiento triste que se baila), bossa nova (estado personal propio e íntimo),  kizomba (abrazo íntimo y sensual) y bulería (baile bullicioso, alegre e independiente). En ellos se van desgranando los reflejos de una vida apasionada y la secuencia de imágenes de una mujer al otro lado del espejo. Esa mujer es la parte visible de una voz poética femenina que abre su corazón y muestra las heridas de amor:

Te hablo de decepciones y vacíos,
tú los llenas a besos.
Te muestro las cicatrices
las recorres, despacio,
con la yema de los dedos.
(De “mirándome”).

Son numerosos los momentos en que una nube negra cubre los pasos de baile (algunos títulos son evidentes: “olvido”, “maldecirte” “trauma severo”):

Lo malo no eras tú
sino la ausencia de ti
tumbado a mi lado en el colchón.
lo malo no eran las caricias
que no dabas
sino las que usabas
para comprar polvos de un rato.
(De “lo malo”).

He decidido no mojar más
mis heridas en alcohol;
si han de hacerlo,
que se sequen al sol.
Las quiero cerradas,
Cicatrizando.
(De "brindis")

Pero la intensidad de su entrega y la pasión despejan el camino para superar el desamor:

Fue inevitable abrazarte.
Como lo es pasar contigo
de la ternura al deseo salvaje,
de los besos en la frente
a la locura de dos lenguas enredándose,
de la lectura apacible de un poema
al chirriar de una cama sin cabecero.
(De “mi invento”).


El resultado de esta superación es una mujer nueva, distinta:

Es una mujer que ya no espera,
que abre los brazos
y sonríe a lo que llega.
Es una mujer que ya no busca,
que encuentra, que descubre,
que inventa.
Es una mujer mimando cicatrices,
cuidándolas para que nunca
vuelvan a reabrirse heridas.
La miro. Me mira.
Lloro. Llora conmigo.
Acerco mi mano a la suya.
La toco. Me toca.
Tan yo. Tan ella.
(De “la mujer del espejo”).

Su libertad no se vende,
cada día saca brillo a sus alas
antes de surcar el cielo
persiguiendo sueños.
(De “la chica lagarto”).

Y, ahora, soy.
Sólo eso. Soy yo. Una. La. Chica.
Todo juego comprende un riesgo.
(De “soy yo”). 

En la poesía de Guivernau parecen convivir mundos paralelos: pasado y presente, sueño y realidad:

Confieso,
aquí y ahora,
que me he dejado llevar
y he caído, inevitablemente,
en un sueño contigo.
(De “confieso”).

Soy la chica poeta.
La que, sentada en tu sofá,
rellenaba páginas en blanco
con letra casi ilegible;
la que desnuda te recitaba
mientras tú hacías oídos sordos.
(De “soy yo”)

Que no hay frenos,
ni autocontrol, 
que sólo hay sueño
pellizcado de realidad.
(De "de tu boca").

Ya no sé si sueño,
no sé ya si despierto.
(De "no sé si sueño")

En mi insomnio escribo
y sueño despierta
dibujo versos incompletos...
A veces te traigo conmigo.
Y no sé ya si eres tú
o la ilusión que inventé.
(De "el cigarro de después").

Recordar que hubo un tiempo
en el que creí que los sueños
podían hacerse realidad.
(De “collar de cuentos”).


El lenguaje de más de cien pasos de baile aparece desnudo, sin complicaciones grandilocuentes, pero lleno de recursos literarios imprescindibles (reiteraciones: anáforas y paralelismos; antítesis y elementos paradójicos…) e imágenes que hacen de su poesía un colorido ventanal que insinúa las palabras surgidas de un alma imparable, siempre en movimiento, bailando.

Algunos ejemplos:

A ti, que no recuerdas los silencios,
ni las noches en vela,
ni mis lágrimas mojando tu pecho,
ni las falsas promesas,
ni las mentiras,
ni el desamor aquel.
(De “«o» de olvido”).

Es el final de una cuenta atrás
y el inicio de un camino.
Cero. Termino.
Desde cero. Comienzo.
(De “cero”).

Ven a desnudarme de capas.
Desabrígame de tristezas.
Desabróchame los recuerdos,
desliza despacio la cremallera
que esconde los miedos.
(De “explorador”).

Confieso
que he caído en la trampa
de tu boca,
hablándome a versos
besándome poesía.
(De”confieso”).

El ritmo de la poesía de María Guivernau hace honor a los pasos de baile tras de los que se ordena. Puede ser rápida, telegráfica o lenta y pausada:

Como si no volvieras.
Como si fuera un sueño.
Como si no hubiera mañana.
Ahora sí. Ahora no.
Estás. Te escondes.
Más. Menos.
Cerca. Lejos.
Te quedas. Te marchas.
Sol. Luna.
Cordura. Locura.
Amor. Odio.
Intermitente. Siempre.
(De “intermitente”)

A veces la situación se presenta con escasos verbos:

Dejarse.
La piel reacciona.
Abrazos deshaciéndose en el aire.
Boca sedienta.
Ojos que miran perdidos.
Punzadas en el corazón.
Respiración entrecortada.
(De “dormir”)

O, por el contrario, la acción se hace dueña del poema:

Así que ahora es mi tiempo.
Hoy. Aquí.
Improviso. Miro. Siento.
Bailo. Sonrío. Pienso.
Escribo. Hago.
Tiempo Presente.
(De “presente”).


Guivernau utiliza magistralmente las formas no personales del verbo en sus versos, con especial énfasis en la expresión de elementos descriptivos:

Creer estar sostenida
por un amor transparente
y estar a punto de ahogarme
en las aguas más turbias,
enjaulada entre caricias,
absorta,
cumpliendo deseos.
Todos. Hasta los imposibles.
Danzando sin parar en un baile de máscaras.
Dormida, vencida, ciega,
envenenada, idiotizada, perdida.
(De “diez años”).

Ser, estar, parecer.
Copulativos sin acción.
(De “Eres. Estás. Pareces”).

Igualmente expresivos (y rítmicos) son algunos de los sintagmas empleados:

Un grito ahogado.
Cuerpo consumido.
Lucha constante.
(De “ahora”).

Desgarros de placer.
Deseo escrito en las pupilas.
Danza de cuerpos calientes.
(De “animales”).

Y por último, un fragmento de la obra de María Guivernau donde se aprecia el dominio del ritmo mediante la acumulación de rápidas palabras que parecen rebosar el verso, para terminar de forma telegráfica (pura expresión del sentimiento):

Los recuerdos se disuelven,
las sonrisas, la magia, el deseo, el dolor, el ansia, el
amor, la desesperación, los tequieros, las decepciones,
la amistad, el abrazo, la tristeza, el beso...
Giran entre ellos, mezclándose.
Vértigo.
Caída al vacío.
Coraza, coraza, coraza.
(De “coraza”)





Un libro que recomiendo a todos los que aspiren a recorrer algunos de los rincones del alma de una poeta, a aquellos que quieran conocer la poesía de contacto, de piel contra piel, como María Guivernau misma dice "en mis sueños".




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