Acabo de terminar
la lectura de Rutas como lacres de la
Tierra, del poeta Andrés P. Broncano (Ed. Poesía eres tú).
Es la obra inicial de un joven y prometedor poeta que nos presenta el cuaderno de
apuntes sobre un viaje a la ciudad italiana de Spoleto, que sirve de excusa
para un itinerario interior, una introspección íntima y personal:
[...] Sueño
con los ojos entreabiertos
civilizaciones
de tierra, con una vid cortada por ti,
de tierra, con una vid cortada por ti,
con placeres llanos. Una
llama
tímida en las brasas, no
un espectáculo
pirotécnico. Enfermado
pirotécnico. Enfermado
por el síndrome homérico,
navegué
por nuevas lindes,
sofocado por misterios
y maravillas. Olvidé mi carácter
y maravillas. Olvidé mi carácter
de paciente costurero, que
sueña milagros
en el horizonte y vive una vida de pan
en el horizonte y vive una vida de pan
y aceite.
(En “A ti”)
El tren es el
instrumento clásico para iniciar la marcha y completarla finalmente (recuérdense
los versos de A. Machado: Yo, para todo
viaje / -siempre sobre la madera / de mi vagón de tercera- / voy ligero de
equipaje):
A la espera
del tren,
símbolo poderosísimo del
viaje
y del cambio, del
encontronazo
con la novedad del
horizonte.
(En “A la espera del tren”)
Como vemos en sus
versos, no se trata de una huida, sino de la búsqueda de nuevas sensaciones y
de un reencuentro con el mundo antiguo:
–
Al fin avanzo / en busca de la soledad.
Por suerte no la hallo. (En "Pulmones de Spoleto")
–
Un nuevo mundo con un nuevo / y cegador
sol esperándome.
(En "Primer pensamiento")
–
Beber de ellos –los clásicos– y florecer
en algo nuevo.
(En "Palacio
Ancaiani")
Su integración en
la ciudad será total. Así se puede apreciar en los versos del poema
"Arcanos nocturnos", donde el paisaje se hace poema y transforma al
yo poético en el epicentro: me siento un
arcano carnaval, / raptado por un ser místico, / para ser rey por una noche.
Y, ante las tumbas de los antepasados trata de comprender, de integrarse y de
conocer todo aquello que le ofrece el instante:
...Me preparo
para escuchar sus conversaciones.
Cierro los oídos para ver con otros
ojos,
más volátiles, pero cargados con un
cristal
que atraviesa, para leer las voces,
aprender y entrar en litigios
en esta reunió antigua.
(En "Sepulcros
spolentinos)
Andrés P. Broncano
tiene tiempo para la reflexión, para detenerse y dirigir la mirada hacia sí
mismo, para volver a viajar por dentro y por fuera:
La fatiga y el
abandono
Cuando tus ideas van más rápido
que tus pies y parece
que tus pies y parece
que sufres una derrota épica, con los miembros
desatados, golpea fuerte
desatados, golpea fuerte
el rostro y las brumas
se clavan con dureza en la mente
y la memoria. No luches,
y la memoria. No luches,
no desclaves esa lanza,
no atrapes la ocasión, ya está de espaldas.
No te preocupes, cede ante la presión.
No te preocupes, cede ante la presión.
Tu descanso no se encontrará
en una eterna noche, a pesar de que el reflejo
de tu rostro enmarque unos huesos
sobresalientes y una mirada perdida.
Desciende a las profundas minas,
de tu rostro enmarque unos huesos
sobresalientes y una mirada perdida.
Desciende a las profundas minas,
recolecta nuevas piedras:
combustible carbón, reflectante esmeralda,
dura coraza de piedra.
dura coraza de piedra.
Con el primer rayo de sol tu mente
podrá volver a extenuar a tus miembros.
podrá volver a extenuar a tus miembros.
******************
Nunca el caminar fue tan estático,
apegado a las mismas piedras, el mismo
cielo, fluido atrapado en una misma probeta,
experimentación de presiones.
(En "Dinamismo estático")
La inteligente y observadora
mirada de Broncano y su simbólico punto de vista crean, a los largo del poemario, sugestivos pasajes en los que el domino de la palabra y el eficaz desplazamiento
de significado entre ellas es evidente:
Tendón, hueso y músculo
Cae por el ojo de este puente-acueducto
un pesado alivio que recorre sus largas
piernas hasta toparse con un riachuelo
extinto –aflorará en otoño,
un pesado alivio que recorre sus largas
piernas hasta toparse con un riachuelo
extinto –aflorará en otoño,
como el ave fénix que abrasa las hojas
caídas– o Sin duda, vive como un punto
caídas– o Sin duda, vive como un punto
en tensión, un tendón que articula cemento
y hiedras que sujetan el hueso prefabricado
a la carne oxigenada.
y hiedras que sujetan el hueso prefabricado
a la carne oxigenada.
Si una parte de este cuerpo –que es alma–,
cediera al tiempo, si se resquebrajara
cansada, fraccionaría esta tenue forma
haciendo un lado inútil,
cediera al tiempo, si se resquebrajara
cansada, fraccionaría esta tenue forma
haciendo un lado inútil,
el otro inerte.
******************
Ciclos
I
Luna de malta en el tostado trigal
de la bóveda de carbón, que vibra
en la superficie del agua.
de la bóveda de carbón, que vibra
en la superficie del agua.
Gotas en suspensión
en las nocturnas ubres que nutren
el posterior rocío
el posterior rocío
y la dura tierra. Lana
que lo cubre todo, que abriga con una sorda
corriente de aire, absorbe y limpia
corriente de aire, absorbe y limpia
el ónice que se hincha
y disipa junto al sueño.
El autor sentirá la
tristeza ante el término del viaje: Una
vuelta desalentadora por un paraje / anverso y deseará quedar inmerso en el
paisaje, como una encina:
Segundo
pensamiento
Segundo pensamiento, arrojado
con prisas por las pequeñas
ventanillas que entrechocan
con prisas por las pequeñas
ventanillas que entrechocan
con el fuerte impacto del viento.
Deseando salir y hablar al mundo:
«Soy la encina estática y viajera,
detenida en el mismo paraje, movida
por los paraísos del cálido verano.
Ahora, que mi simiente caiga
Deseando salir y hablar al mundo:
«Soy la encina estática y viajera,
detenida en el mismo paraje, movida
por los paraísos del cálido verano.
Ahora, que mi simiente caiga
y quede prendida, cerca de algún
robusto roble que le dé sombra,
en alguna curva del camino,
robusto roble que le dé sombra,
en alguna curva del camino,
en la ladera liviana o algún remanso
de agua nueva. No pertenezco
de agua nueva. No pertenezco
a estos montes. Deseo y necesito
que algo de mí descanse
que algo de mí descanse
en uno de sus recovecos. No importa
que no florezca -tal vez mi respiración,
mis raíces no arraiguen bien-,
que no florezca -tal vez mi respiración,
mis raíces no arraiguen bien-,
solo que fosilice y quede
como profundo descubrimiento
de unos ojos que sepan observar».
de unos ojos que sepan observar».
Pero pronto
abandona el desconsuelo de la despedida y se presenta, en su penúltimo poema "Mi
cuerpo, el viaje", como un ser que ha interiorizado el recorrido y se ha
impregnado de aire y vida distintos. Es otro cuerpo y un espíritu capaz de
transmitir sus vivencias a través de la poesía, porque, como dice A. Carpentier:
los mundos nuevos deben ser vividos antes
de ser explicados.
Rutas como lacres de la Tierra
es un encomiable estreno en el universo de la creación poética. Espero que Andrés P. Broncano,
siga ofreciéndonos nuevas propuestas tan interesantes como las que han brillado en esta obra.
Mil gracias por tus palabras, José Luis. Gracias por dedicarme un hueco en tu blog, especialmente viniendo de la persona que ha escrito "Poesía para todo: 66 experimentos de Jaco Liuva". Lo estoy disfrutando mucho.
ResponderEliminarEncantado, Andrés. Javier, nuestro editor, me habló de tu libro y, como me ha encantado, le he dedicado esta reseña. También visité tu blog, que tiene muchos poemas y artículos interesantes. Y gracias también a ti por leerme... Un abrazo.
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