El viernes, 25 de noviembre
de 2016, Javier Lostalé presentó el nuevo libro de Beatriz Blanco titulado Caballo caballo, de la Editorial
Pre-textos.
El acto tuvo lugar en la librería Rafael Alberti de Madrid.
Imagen tomada de "ABC"
Comenzó Javier Lostalé
felicitando a la autora, por su nuevo libro, y a Juan Eduardo Zúñiga, por el
reciente Premio Nacional de las Letras.
Si alguno de los vídeos no se puede ver en el blog, están en otra página alojados. Clic AQUÍ para verlos.
A continuación, nos habló de
la poesía de Beatriz Blanco, de sus características fundamentales y de las influencias
de otros poetas en su obra.
Tras presentar los libros
publicados por la autora, Javier Lostalé pasó a reseñar el nuevo volumen de
Beatriz Blanco, analizando los cuatro bloques y las peculiaridades más
destacadas de cada uno de ellos.
Terminado el discurso, tomó
la palabra Beatriz Blanco para agradecer la exposición de Javier Lostalé y el
esfuerzo hecho por la librería “Rafael Alberti” –y especialmente por Lola
Larumbe– tras haber sufrido una lamentable inundación en sus instalaciones.
Beatriz Blanco explicó seguidamente
su concepto de poesía y algunos detalles de su obra.
Finalmente, la autora prosiguió
con la lectura de fragmentos de Caballo
caballo y puntuales descripciones sobre su proceso creativo.
Tras una lectura inicial –después
del acto–, estas son mis primeras impresiones sobre la obra:
Caballo
caballo
es un poema onírico, presentado solemnemente en la primera parte de la obra: “En
mi habitación”, donde una prosa mágica introduce un paisaje creado en la niebla
de un sueño vital.
En el segundo bloque, “A caballo en el bosque”,
se inician los versos que narran el periplo de una voz poética a lomos del
ritmo marcado por un caballo negro, que pronto deja paso a un caballo blanco al
que
Poco a
poco los tambores de mi pecho
le entregan
un nuevo ritmo.
El recuerdo de corceles mitológicos es
constante, mientras se introduce en un bosque (territorio del hombre). Los
sonidos, las voces, las canciones (A mi
lado el río canta) los olores y las fragancias inundan el poema. Pero
también aparecen breves sentencias que recuerdan un filosófico itinerario
machadiano:
Todos
venimos de algún remoto mar.
El
bosque es territorio del hombre.
La brisa
enseñó a cantar al hombre.
En el tercer episodio, “Algarabía de voces”, surge
una voz que se erige como corifeo (voz oracular para Beatriz Blanco) y que guía
al primigenio yo poético por un camino, iniciado en el Paraíso, y que conducirá
al océano final:
Cuando
el hombre es expulsado de allí le conceden tres dones:
el canto,
la protección de las telas, la compañía de los ángeles.
Los versos se pueblan de Ángeles mágicos y de
Telas que cobran vida, hablan y se llenan de color.
Y al
final de la vida vuelven ríos y telas a juntarse.
En el
umbral encuentra el hombre un río.
Los
hechos de su vida se transforman en telas.
Con
ellas los ángeles se visten.
El último capítulo de esta épica personal se
titula “Hacia el río”. En él se silencian las voces, la algarabía y hacen su
aparición la reflexión y el silencio:
Las
palabras han escapado como pájaros.
El caballo ha sido sustituido por una canoa
donde telas y meteoros descienden a
acompañar el delta de mi vida.
Y el poema finalizará así:
Yo
cierro mis ojos. Es impúdico mirar la desembocadura de los ríos.
Dice
mi amiga y maestra, María Teresa Bouza Álvarez, que la poesía imprescindible (o dicho
con otras palabras, la “buena poesía”) es aquella que impacta y que no permite
una sola lectura. En el caso de Caballo
caballo, el dominio del ritmo, la sorprendente y fascinante epopeya íntima y su atrayente
simbología han golpeado mi cerebro y mi corazón, siendo necesaria otra lectura
catártica -por lo menos-.
Algunas imágenes del evento:
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