Estar aquí es el nuevo libro del poeta jerezano
Raúl Pizarro, publicado a finales de 2016. Se trata –según mi opinión– del registro pormenorizado que un
observador, dotado de una sensibilidad y un espíritu especiales, hace de cualquier
instante para convertirlo finalmente en poesía:
GRACIA Y VUELO
Algunos días escribo
poemas
en las alas
de aviones de papel
que el viento empuja.
Otro días,
casi siempre,
espero,
espero, solo
espero,
sentado en cualquier parte:
un libro entre las manos,
una libreta, un
lápiz,
la mirada en el mundo.
Aguardo aquel instante
en que ese mismo soplo
me vuelve
gracia y vuelo,
una simple hoja seca
que afirma su
sentido
mientras cae.
La perspectiva
de su mirada poética puede encaminarse hacia una hoja seca mientras cae –como
en el poema anterior–, dirigirse a una estrella (Solo una estrella asoma en mi trozo de cielo… Y no me pertenece); posar
la vista en dos almendros dentro de un cementerio (Dos árboles con años de invierno entre sus ramas. / Alientan a la vida
en su sustrato, / proponen la esperanza. / Un pespunte de luz sobre días de
ceniza); fijarse en una gota de rocío que
en el amanecer / resbaló desde la hoja del rosal / para quedar luciendo / en la
tela de araña; o capturar la imagen de dos mirlos en medio de una ciudad
gris y ruidosa que bien podría ser la ciudad de goma lisa y negra de Gabriel
Celaya:
HOY
Ajenos a las prisas,
a las horas difusas,
al plástico social,
a las salpicaduras de las ocupaciones,
a las ruedas del llego, del no llego, del quiero, del
no puedo...
Entre los bloques grises de una ciudad ruidosa
hoy me han devuelto al día
dos mirlos dando saltos en la acera.
Pero toda esta
contemplación lírica lleva a Raúl Pizarro, inexorablemente, a la reflexión, a una
recopilación de pensamientos que como espectador de excepción nos transmite en
sus versos:
PLAYA DE NOCHE
La marea arrastró algunos peces muertos,
que destellan inmóviles con la luna creciente.
¿Acaso son sus formas estancadas,
sobre la arena, una metáfora
de esta noche de julio e impotencia?
¿Cuántas vidas dan forma a nuestras vidas?
Retiro la mirada del horizonte oscuro
que custodia mis huellas.
Voy sorteando
los pasos que me
nacen.
Muchas son las
preguntas que se hace el autor sobre la vida: ¿Qué hiciste con tus horas? ¿Cuántas palabras / arrojaste en el fango
de la insidia?... y algunas consideraciones sobre la muerte:
De aquel día
me quedó una inquietud:
caer como esas hojas,
mansamente,
después de haber cumplido mi labor.
Entregarme callado,
No luchar contra el viento de los días.
(En “LA
INQUIETUD”).
Aunque la noche
es uno de los paisajes recurrentes en la primera parte del libro (“PLAYA DE
NOCHE”, “PASEO DE MEDIA NOCHE”) es en el segundo bloque de poemas titulado “UN
APARTAMENTO EN ROMA” donde aparecen con más frecuencia. Las calles, sus
monumentos, sus piedras, sus ruinas… son testigos de la admiración que el poeta
siente por esa ciudad:
VIA DELLA LUNGARETTA
Mientras caía la noche sobre el río,
tras el plural trasiego de calles y ruinas
un prodigio de luz nos salvó aquel instante.
Nosotros lo supimos:
descansábamos
sobre el pretil del tiempo.
ROMA SIN TI
¿Acaso no hay días
sin días, sin sol?
Entonces ¿no podría existir Roma
sin ti,
sin
Dios,
sin Roma?
Otro recurso que
Raúl Pizarro emplea a menudo es el de dar vida –y la palabra– a seres
inanimados, haciéndolos partícipes de una existencia efímera, aunque
trascendente y lírica:
Son ruinas que palpitan,
unas pocas palabras…
(En “SAN
CLEMENTE”).
La brisa silabea entre las hojas de un jazmín
(En “ALGO”).
Mientras tú te morías
el rumor de
unas cañas,
en un orden textual,
recitaba en el aire una sentencia.
(En “MIENTRAS TÚ
TE MORÍAS”).
Con su foco atenuado componía
el habla de las plazas,
relieves y volúmenes,
que antes de aquel ocaso nos faltaban.
(En “LA TARDE”).
El alquitrán extiende
un largo soliloquio
que llena los silencios.
(En “CARRETERA
ALGECIRAS-TARIFA”).
Una luz sin conciencia de sí misma
se colaba a través de la ventana […]
Dejaba caer sus hilos
para zurzirse allí
–una conversación ilimitada–
con el retal del aire…
(En “APARTAMENTO
EN ROMA”).
Mientras se pierde el hombre en vaguedades
ver correr unas nubes
que
cantan lo que soy.
(En “ESTAR AQUÍ”).
Precisamente,
quiero finalizar esta reseña con el poema titulado como el libro “ESTAR AQUÍ”
del que he extraído los tres últimos versos. Creo que es un autorretrato y una
declaración de intenciones poéticas y vitales de su autor:
ESTAR AQUÍ
Hacerme confortable en una piedra,
pendiente a todo, a nada, a cualquier cosa:
a unas hormigas negras que siguen su sendero
recogiendo migajas y rutinas.
Mirar al horizonte
sobre viñas distantes encendidas al sol.
Con las manos vacías, acoger
lo que viene y se marcha,
lo que fluye y se queda en la orilla del día:
la brisa de septiembre
que hace
vibrar los cables de la luz,
el extendido vuelo de un cernícalo
que sostiene en sus alas el perdón.
Mientras se pierde el hombre en vaguedades
ver correr unas nubes
que cantan
lo que soy.
Libro
recomendado para almas inquietas, espíritus sensibles y lectores que quieran
llenar sus corazones –y sus anaqueles– con buena poesía.
NOTA: La
sentencia final que añade el editor en la última página del libro, junto al logo de la colección, no es apta
para los no-amantes del mal fario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario