miércoles, 28 de octubre de 2015

ALPHERATZ, + JORGE CASTRO = 2 ESTRELLAS.

ALPHERATZ



Este pequeño-gran libro es un cosmos paralelo por el que transcurren profundos anhelos en íntimos sentimientos expresados por la ¿voz?, ¿alma? de un poeta, Jorge Castro, dotado de unos sensibles ojos humanos y una delicada pluma onírica.
La realidad se transforma en metáfora constante. Hay que transitar de puntillas, de imagen en imagen, para resolver el enigma y sentirse plenamente tocado por la intensa semántica de sus versos.

En ocasiones aparecen perfiladas siluetas fantásticas, representaciones de objetos reales que miran, que vigilan. Unas veces son elementos de la ciudad –azoteas, rascacielos–, en la que "suceden" la mayoría de los poemas; en otras, son las propias sombras las que reflejan cuerpos, ideas, palabras, o ellas mismas llegan a cobrar vida.

La posición del lector es la del espectador que camina junto al autor, la de un observador privilegiado. Es un viaje por el mundo de J. Castro, salvo en una ocasión: el poema XXIII, donde el 'nosotros' gramatical, enclítico de "esperamos" y los explícitos posesivos "nuestra" y "nuestros" nos implican durante dos estrofas. Pero el resto es coto cerrado, íntimo y personal que Jorge comparte sinceramente con el receptor que se acerca a su obra.

La lectura de este poemario requiere, en muchas ocasiones, el reposo, la relectura serena para captar todos los recursos creativos. No es una poesía ligera, es una lluvia lírica que va calando poco a poco.

Cuatro son los poemas que destacan, en mi opinión, sobre los demás:

I Amarga lloraba la luna.
Dedicado a Federico García Lorca.
Nuestro autor hace una declaración de principios en estas estrofas. Nos plantea el juego metafórico al que va a recurrir durante su obra, una recreación analógica de significados que, en muchas ocasiones acabará utilizando como alegorías (silencio, sombras...). Pero en este caso, los símbolos empleados son semejantes a los lorquianos, con la misma intención significativa, todo un homenaje al poeta de Fuente Vaqueros. Luna, agua, sangre, caballo, jinete y plata, unidos por su vertiente característica de la muerte, se citan y dan al poema un carácter luctuoso y determinista. El sonido de un disparo y las madres muertas de Granada son la aportación que el autor añade para extremar el dramatismo.

XXII Ojos en la niebla
Se trata de un autorretrato donde la omnipresente ciudad impregna todo aquello que rodea al poeta. A partir de ahí, nos presenta su pequeño reino y sus ambiciones:
«Quiero ser mensajero del viento,
ojos en la niebla, oídos en la noche».
Llega a ser consciente de la importancia que puede tener el hecho de ser leído «de ser inmortal» (como lo fuera Horacio con Melpómene). Aunque luego prefiera bajar al mundo real:
 «Después, todo se destruye como un castillo de naipes, todo,
el reino, las palabras, incluso el silencio».

XXVII Alpheratz
Es el poema que da título al libro y, lógicamente, un elemento básico para la interpretación del mismo. Surge una voz solitaria dirigiéndose noche a noche a la lejana imagen creada con palabras, inalcanzable en el tiempo (Alpheratz es una estrella a unos cien años luz de la Tierra...), inasible. Lo que vemos tras el poema es el deseo vehemente de la luz, del silencio, de lo inmanentemente puro.

XXXVIII Como un árbol caído
Cierra el círculo lírico –y finaliza el poemario– con algunas de las imágenes mostradas durante toda la obra (camino, sombras, palabras, noche, silencio, tiempo, tormenta, niebla...). El resultado es un árbol caído «haciendo leña de sus propias ramas» intuyendo que volverá a renacer de sus cenizas, como el ave Fénix.

Hay que añadir, además, un texto que merece una mención especial, al margen de los anteriores, por su temática: 

XX Los pasos del tiempo. Dedicado a las víctimas del terrorismo.
Pocas palabras se pueden añadir en este caso –salvo las de gratitud al autor– a tan hondo y sincero homenaje a aquellos que sufrieron la violencia:
«quiero volver a soñar
que todo es mentira».

A lo largo de toda la obra, Jorge Castro hace uso recurrente de figuras metafóricas que, en algunos casos, se convierten en iconos personales que paso a comentar:

La soledad del poeta parece encarnarse en la nieve[1], la escarcha o los océanos de hielo[2]; también está representada por las hojas de nieve [3] y el frío glaciar[4]. La clave para esta interpretación se halla en el último verso del poema XV La tarde, donde habla de la fría soledad que nace y muere.

La lluvia tiene dos vertientes en los poemas. Una de ellas, como elemento natural –lluvia, tempestad o aguacero– aliado con la noche y creador de panoramas visuales que dan lugar al día[5]. Otra faceta es la de portavoz –personificado– del propio paisaje. En el poema XIII se apoya en ella para reclamar la presencia de Benedetti[6].

Otro elemento básico en la obra de Castro es el silencio. Este se muestra en muchos de los textos y es pieza básica del paisaje –silencio frío[7], o parte integrante de la creación poética: para velar tu sueño dejaré 30.000 silencios escritos[8]. Además, el poema XVII, se titula El silencio.

El espacio y el tiempo son constantes sucesivas en todo el poemario de Jorge Castro. El primero emerge en muchas ocasiones en forma de camino, unido inexorablemente al tiempo: caminos olvidados –reflejo del pasado–[9] o como el misterioso camino de los segundos[10]. También resulta ser un lugar absoluto, por encima del tiempo[11] o unido a él: hoy paramos el tiempo, detuvimos el camino insomne de los astros...[12], Mientras transcurren vientos y mareas, pasos y caminos...[13]; y, cómo no, distancia[14]. En otros momentos, tiempo y camino son antagónicos: ni (podrá) la espera hacerse el camino.[15]

En el texto XXIV No podrá la lluvia convertirse en mar se deja ver una bella imagen del tiempo como símbolo de la impotencia de una época pasada –el tiempo que amontona las hojas.

Además, el poema XXVIII está dedicado a este concepto: El faro del tiempoiluminando el camino a náufragos perdidos–. E incluso el tiempo es un personaje observador de la realidad o de los sueños en otros cuantos poemas de la obra.[16]

Hay tres títulos consecutivos dedicados al paso del tiempo diario: XIV Amanece, XV La tarde y XVI La noche, que resultan ser un reflejo del paisaje interior y personal del autor.

En algunos textos se reflexiona acerca del acto creativo, sobre la propia poesía: (XI Palabras) y (XXII Ojos en la niebla) son algunos de ellos.

Por último, apuntar que varias de sus composiciones están dedicadas a otros músicos cantautores, como él, Luis Eduardo Aute, Cristina del Valle y Manuel Domínguez y Pablo Guerrero.

Un primer libro de Jorge Castro que apunta muy alto, nada menos que a una estrella,  Alpheratz, y que esperamos tenga continuidad en el futuro con nuevas creaciones.


I
Amarga lloraba la luna

Amarga lloraba la luna
sobre sábanas de plata.
De amapola vistieron su cuerpo,
sin sangre quedaron las barcas.

Se oyó un disparo. Después, silencio.
Temblorosa la nieve avanzaba
tejiendo de blanco los yugos,
durmió en la escalera del agua.

¡Traed un caballo de nubes
con su galope de nata!
¡Dejad que corra hasta el río,
dejad que beba del alba!

Mataron a su jinete
y con el alma ensangrentada
murieron de pronto las madres
en las calles de Granada.

No permitan las alondras,
(batiendo sus atas de nácar)
que sueñe más la serpiente
que envenenó ta cebada.

Por ninguna calleja del aire
permitieron que anidaran
ni los mirlos, ni las sombras,
ni el vuelo de las guitarras.

Amarga imploraba la luna
dejando su tez en la espada.
Los filos de todas las hoces
tras los jazmines brillaban.

Aliento gris de barrotes,
marchita la luz anhelada,
llevaba clavada en los ojos
cien mil lirios de Granada.



XXVII
Alpheratz

Noche tras noche
mis manos te dibujan con palabras
tan efímeras como estrellas fugaces
pero a la vez tan eternas
como el universo reflejado en tu frente.

¿Quién podría desdibujar
tu prístina imagen
de los murales del ciclo?
pregunto mientras araño con mis dedos
el vientre de la aurora,
mientras me acerco irremediablemente
al eclipse de tiempo
que borrará todas mis huellas.

Noche tras noche
camino sin rumbo hacia lejanos paisajes,
devastados por oníricos ritos,
por ancestrales cadencias
que revelan mi inquietud por recordarte,
inasible por siempre
como el alma del silencio.




[1] (III Persígueme a gritos) (X Caen los ojos de la tarde).
[2] (V Tierra mojada).
[3] (XXIX Como un río infinito).
[4] (XVIII Utopía).
[5] (VII Aguacero) (XVI La noche) (IV Tuve que detener mi paso).
[6] (XIII En qué lugar).
[7] (XXIV No podrá la lluvia convertirse en mar).
[8] (XI Palabras).
[9] (XIX Lugar de paso).
[10] (XXXII 1986).
[11] (XVI La noche).
[12] (XII Solos).
[13] (XXI Reloj parado).
[14] (II Como un ángel caído).
[15] (XXIV No podrá la lluvia convertirse en mar).
[16] (XXXIII El tiempo lo sabe).

martes, 27 de octubre de 2015

CHOpo-esía HIGUERa-rboleda OLMo-toño (III)

Otra imagen de este otoño en el IES Príncipe Felipe (al fondo...) 

Y los tres poemas relacionados con el chopo, la higuera y el olmo para completar la trilogía.

EL CHOPO

El chopo, con largos dedos,
le hace cosquillas al cielo.

Y el cielo todo se ríe
y manda a la nube grande
que lo riegue y que lo cuide.

El chopo se estira y crece.
Brilla su cara lavada.
Relucen sus hojas verdes.

–¡Qué hermoso estás, chopo mío!
–¡Pues verás cuando, en otoño,
me ponga el traje amarillo!

ANA MARÍA ROMERO YEBRA




El paisaje es un juego en manos de una dríade que dota de sentimientos inmortales a todo aquello que toca con sus palabras.



LA HIGUERA

Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste...

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
–Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto.

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
–¡Hoy a mí me dijeron hermosa!
 
JUANA DE IBARBOUROU









Árbol de dos cosechas, símbolo de la abundancia.
Eres sombra de verano con aroma dulzón y penetrante.
Si tus hojas han servido de censura para los artistas, ¿cómo pueden tildarte de fea?


TESTAMENTO

He muerto ya, paisaje que yo he amado
tantas veces aquí, rincón del alma.
Una vez más vengo por verte. A un lado,
encinares y olivos, y la calma

de ver, al otro, olivos y encinares.
Algunos caserones con jardines
llenos de ortigas ya, viejos lagares
con aspecto de viejos polvorines.

Un camino con olmos en hilera,
una majada, una almazara en ruinas,
musical, perezosa la palmera,
y un Gredos azulado entre neblinas.

Nada de cuanto miro está en mis ojos
ni el olor del jazmín lo lleva el viento.
He muerto ya. Contempla mis despojos:
te dejo este paisaje en testamento.

ANDRÉS TRAPIELLO




Paisaje redivivo.
Recuerdo proyectado hacia el futuro.
Olmos alineados en la senda de la vida.


domingo, 25 de octubre de 2015

CHOpo-esía HIGUERa-rboleda OLMo-toño (II)

Otra imagen del otoño en el IES Príncipe Felipe de Madrid. 



He aquí otros tres poemas relacionados con el chopo, la higuera y el olmo para completar los anteriores.

EL CHOPO Y EL AGUA ENAMORADOS

El agua que está en la alberca
y el verde chopo son novios
y se miran todo el día
el uno al otro.
En las tardes otoñales,
cuando hace viento, se enfadan:
el agua mueve sus ondas,
el chopo sus ramas;
las inquietudes del árbol
en la alberca se confunden
con inquietudes de agua. [...]
Y el alma del chopo tiembla
dentro del alma del agua.

PEDRO SALINAS

Cuando el poeta se erige en creador, insufla su aliento vital y modela, con palabras, imágenes de seres amantes, de paisajes espiritualmente vivos.


CISTERNA

Ni las grietas de la piedra calcárea
donde las lagartijas tienen su secreto imperio
y suben por la corteza del algarrobo, siempre vibrantes,
ni esta tierra cansada, de abandonados campos
donde el arbusto abraza a la pesada higuera
y el etéreo almendro pone su verde ácido
sobre el más inmutable, tranquilo, del olivo,
sino esta alma umbría
esta fértil entraña que conserva
los llantos del invierno y de ellos hace vida
latente. [...]


Ni les clivelles de la pedra calcária
on tenen les sargantanes el seu secret irnperi
i pugen per l'escorca del garrofer, sempre vibrants,
ni aquesta terra cansada, de camps abandonats
on la savina abraca la figuera feixuga
i els ametllers eteris posen el seu verd ácid
sobre el més immutable, tranquil, de l'olivera,
sinó aquest cor ombrívol,
aquesta entraya fértil que conserva
tots els plors de l'hivern i en sap fer vida
latent. [...]

NARCÍS COMADIRA

Higuera, figura petrificada del espectáculo estacional, confundida, abrazada, hierática, sobre la que se alza un alter ego lírico que desnuda sus cuitas y se manifiesta.





Vete lobo,
vuelve a la manada,
llévale a tu madre y a tu abuela
la manteca y la carne y los carbones
para encender el fuego,
escóndete detrás del olmo viejo
herido por el rayo,
no mires a los lados del camino,
ten cuidado,
si acaso se acercara algún retazo
que pudieras creer que fuera rojo
corre
y esconde las orejas
y el rabo y el hocico
desaparece, lobo
estás amenazado
por leyes que condenan tus instintos.

DOLORES GUERRA SUÁREZ

«Antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas
»,

olmo,
quiero que sirvas 
de amparo
al ingrato destino 
al instinto
que el viejo cuento marcó
para siempre
en la estirpe
del lobo.


jueves, 22 de octubre de 2015

CHOpo-esía HIGUERa-rboleda OLMo-toño (I)

Trabajar en un lugar donde los árboles se hermanan en el otoño es un privilegio. 


La fotografía está hecha hoy por la mañana. 

He buscado poemas relacionados con el chopo, la higuera y el olmo como complemento indispensable.


AL CHOPO IN MEMORIAM

Dulce chopo,
dulce chopo,
te has puesto
de oro.
Ayer estabas verde,
un verde loco
de pájaros
gloriosos. [...]
La fragancia cautiva
de tu tronco
vendrá a mi corazón
piadoso.

¡Rudo abuelo del prado!
Nosotros
nos hemos puesto
de oro.

FEDERICO GARCÍA LORCA








La voz poética canta con sinestesias, pinta con vocablos de colores a espátula y revive los aromas del hermano chopo.



Como la higuera joven
de los barrancos eras.
Y cuando yo pasaba
sonabas en la sierra.

Como la higuera joven,
resplandeciente y ciega.

Como la higuera eres.
Como la higuera vieja.
Y paso, y me saludan
silencio y hojas secas.

Como la higuera eres
que el rayo envejeciera.

MIGUEL HERNÁNDEZ


Símil y cadencia,
similicadencia.
Silencio sordo,
sonido sutil.

La higuera y el tiempo
que no perdonan.
Y los rayos
y las ramas
de las circunstancias
que envejecen
más que el propio tiempo.


SER

Ser, ahora, es velar
junto al olmo que quiere
ser eso que eres tú.
Así, añorándoos, vivís
bajo el común del cielo.

JOSÉ LUIS VIDAL CARRERAS



Un hombre, un olmo.
Un olmo, un deseo.
Un deseo, la vida.





jueves, 15 de octubre de 2015

Las frágiles alas de la poesía. (Descubriendo tesoros en Internet)

Las frágiles alas de la poesía

Palabras que conmueven, palabras que delatan... 
por mucho menos han condenado el alma
al fuego la carne perfumada en palabra
no sea Dios quien ame el velo de su maña!
la palabra sagrada también mata si engaña
es luz y es acero, es noche y es mañana
la palabra preñada por lisonjas de verso
profanada y mundana cae presa del miedo
se arrebuja enjoyada de las zarpas del tiempo
está huyendo del hombre que la veja en silencio
en un mar de desidia se termina su vuelo.

http://palabradeana.blogspot.com.ar/2015/09/las-fragiles-alas-de-la-poesia.html


El sueño de todo poeta es definir la poesía, delimitar su propia lírica. Y es un afán casi nunca consumado porque los sentimientos cambian de dirección como las veletas y las palabras mudan su significado en contacto con otras. Ya lo apuntó Federico García Lorca al explicar qué es la poesía: «la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio».

En un ejercicio de lectura rápida, de búsqueda intuitiva de vocablos esenciales que fijen mi atención en menos de un segundo, dentro de los infinitos textos de internet, he encontrado un título: Las frágiles alas de la poesía, de Analía Amaya. El ritmo de las palabras  y su significado me han hecho detener la vista y el ratón.
Inmediatamente han surgido tres preguntas: ¿por qué frágiles?, ¿por qué alas?, ¿por qué la poesía? Es uno de esos títulos que promete y el poema de Analía cumple sobradamente.

Son once versos, como baúles, que encierran misterios e imágenes que el lector debe desentrañar. La longitud de los mismos nos incita a la reflexión, a la calma. No son versos precipitados, pero si precipitan al lector a pensar.

Una vez hecha la primera lectura, me viene a la cabeza la poesía de la canaria Tina Suárez, con unos textos desgarrados a veces, llenos de contrastes y con posibilidad de numerosas lecturas por sus encabalgamientos y por la ausencia de puntuación que constriña o limite la semántica del discurso poético.

La posterior relectura abre nuevos campos. En el aspecto sonoro, el dominio de las vocales abiertas a, e y o queda patente. De hecho, la asonancia de los seis primeros versos se inclina por la a, mientras que en los cinco últimos predominan la e y la o.

En cuando al fondo, se aprecia un continuo metafórico que recuerda el mito de la caverna de Platón. El mundo sensible y el mundo real aparecen representados, mezclados. Tiene que ser el lector el que decida la interpretación de las imágenes y el sentido último de las palabras de la autora. Difícil, pero no imposible. Mi posición en la cueva de Platón me permite ver, ilusoriamente, a una poeta que desnuda la poesía de ambages (al fuego la carne perfumada en palabra,...  la palabra preñada por lisonjas de verso...) y que reconoce la paradoja de la palabra, de la poesía: puede ser luz y es acero, es noche y es mañana.

Hoy he hallado un tesoro en internet, que comparto con vosotros. Gracias, Analía.