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viernes, 7 de julio de 2017

«Estar aquí», de Raúl Pizarro



Estar aquí es el nuevo libro del poeta jerezano Raúl Pizarro, publicado a finales de 2016. Se trata –según mi opinión– del registro pormenorizado que un observador, dotado de una sensibilidad y un espíritu especiales, hace de cualquier instante para convertirlo finalmente en poesía:

GRACIA Y VUELO

Algunos días escribo
                                  poemas
en las alas  
de aviones de papel
                                que el viento empuja.

Otro días,
                 casi siempre,
                                      espero,
espero, solo espero,

sentado en cualquier parte: 
un libro entre las manos, 
una libreta, un lápiz,

                                 la mirada en el mundo.

Aguardo aquel instante 
en que ese mismo soplo 
me vuelve gracia y vuelo,

                                          una simple hoja seca

que afirma su sentido
mientras cae.

La perspectiva de su mirada poética puede encaminarse hacia una hoja seca mientras cae –como en el poema anterior–, dirigirse a una estrella (Solo una estrella asoma en mi trozo de cielo… Y no me pertenece); posar la vista en dos almendros dentro de un cementerio (Dos árboles con años de invierno entre sus ramas. / Alientan a la vida en su sustrato, / proponen la esperanza. / Un pespunte de luz sobre días de ceniza); fijarse en una gota de rocío que en el amanecer / resbaló desde la hoja del rosal / para quedar luciendo / en la tela de araña; o capturar la imagen de dos mirlos en medio de una ciudad gris y ruidosa que bien podría ser la ciudad de goma lisa y negra de Gabriel Celaya:

HOY

Ajenos a las prisas, 
a las horas difusas,

al plástico social,
a las salpicaduras de las ocupaciones,
a las ruedas del llego, del no llego, del quiero, del no puedo...

Entre los bloques grises de una ciudad ruidosa 
hoy me han devuelto al día


dos mirlos dando saltos en la acera.

Pero toda esta contemplación lírica lleva a Raúl Pizarro, inexorablemente, a la reflexión, a una recopilación de pensamientos que como espectador de excepción nos transmite en sus versos:

PLAYA DE NOCHE

La marea arrastró algunos peces muertos, 
que destellan inmóviles con la luna creciente.


¿Acaso son sus formas estancadas, 
sobre la arena, una metáfora

de esta noche de julio e impotencia?

¿Cuántas vidas dan forma a nuestras vidas?

Retiro la mirada del horizonte oscuro 
que custodia mis huellas.


Voy sorteando
los pasos que me nacen.

Muchas son las preguntas que se hace el autor sobre la vida: ¿Qué hiciste con tus horas? ¿Cuántas palabras / arrojaste en el fango de la insidia?... y algunas consideraciones sobre la muerte:

De aquel día
                     me quedó una inquietud:
caer como esas hojas,
mansamente,
después de haber cumplido mi labor.

Entregarme callado,

No luchar contra el viento de los días.
(En “LA INQUIETUD”).


Aunque la noche es uno de los paisajes recurrentes en la primera parte del libro (“PLAYA DE NOCHE”, “PASEO DE MEDIA NOCHE”) es en el segundo bloque de poemas titulado “UN APARTAMENTO EN ROMA” donde aparecen con más frecuencia. Las calles, sus monumentos, sus piedras, sus ruinas… son testigos de la admiración que el poeta siente por esa ciudad:

VIA DELLA LUNGARETTA

Mientras caía la noche sobre el río,
tras el plural trasiego de calles y ruinas
un prodigio de luz nos salvó aquel instante.


Nosotros lo supimos:
                                  descansábamos
sobre el pretil del tiempo.



ROMA SIN TI

¿Acaso no hay días
sin días, sin sol?

Entonces ¿no podría existir Roma
sin ti,

         sin Dios,
                       sin Roma?

Otro recurso que Raúl Pizarro emplea a menudo es el de dar vida –y la palabra– a seres inanimados, haciéndolos partícipes de una existencia efímera, aunque trascendente y lírica:

Son ruinas que palpitan,
unas pocas palabras…
(En “SAN CLEMENTE”).

La brisa silabea entre las hojas de un jazmín
(En “ALGO”).

Mientras tú te morías
                                  el rumor de unas cañas,
en un orden textual,
recitaba en el aire una sentencia.
(En “MIENTRAS TÚ TE MORÍAS”).

Con su foco atenuado componía
el habla de las plazas,
                                    relieves y volúmenes,
que antes de aquel ocaso nos faltaban.
(En “LA TARDE”).

El alquitrán extiende
                                  un largo soliloquio
que llena los silencios.
(En “CARRETERA ALGECIRAS-TARIFA”).

Una luz sin conciencia de sí misma
se colaba a través de la ventana […]
Dejaba caer sus hilos
para zurzirse allí
                           –una conversación ilimitada
con el retal del aire…
(En “APARTAMENTO EN ROMA”).

Mientras se pierde el hombre en vaguedades
ver correr unas nubes
                                   que cantan lo que soy.
(En “ESTAR AQUÍ”).

Precisamente, quiero finalizar esta reseña con el poema titulado como el libro “ESTAR AQUÍ” del que he extraído los tres últimos versos. Creo que es un autorretrato y una declaración de intenciones poéticas y vitales de su autor:

ESTAR AQUÍ

Hacerme confortable en una piedra,
pendiente a todo, a nada, a cualquier cosa:
a unas hormigas negras que siguen su sendero
recogiendo migajas y rutinas.


Mirar al horizonte
sobre viñas distantes encendidas al sol.

Con las manos vacías, acoger
lo que viene y se marcha,
lo que fluye y se queda en la orilla del día:
la brisa de septiembre
                                    que hace vibrar los cables de la luz,
el extendido vuelo de un cernícalo
que sostiene en sus alas el perdón.


Mientras se pierde el hombre en vaguedades
ver correr unas nubes

                                   que cantan lo que soy.

Libro recomendado para almas inquietas, espíritus sensibles y lectores que quieran llenar sus corazones –y sus anaqueles– con buena poesía.


NOTA: La sentencia final que añade el editor en la última página del libro, junto al logo de la colección, no es apta para los no-amantes del mal fario.

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