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viernes, 14 de abril de 2017

"La voz desnuda" de Susana Diez de la Cortina Montemayor

Ha llegado a mis manos La voz desnuda de Susana Diez de la Cortina Montemayor (Ed. Manuscritos), un poemario que recoge tres momentos distintos de creación. 


La primera parte, A cielo descubierto, consta de una veintena de poemas en los que la voz lírica se sitúa frente a un paisaje ideal, neutro, absoluto, donde el sentimiento, el instante vital capturado –en un abrir y cerrar de ojos, en un fluir de palabras–­ y la reflexión intimista, sobre todo, se funden y trascienden directamente al lector:

Crepúsculo

Suena en el río la luz
y en la luz canta el agua
la llama arde en la sombra
la oscuridad refulge:
ven, pájaro tristísimo de los atardeceres,
zambúllete en mi dicha crepuscular, y vuela.

La escena poético-contemplativa del primer bloque parece desarrollarse A cielo descubierto –como sugiere el título del mismo–, un cielo bajo el que predomina la luz como personaje principal: La luz bebe en los charcos los últimos destellos / de las gotas caídas como helados puñales; un cielo que  resulta ser testigo del paso del tiempo: la delicada flor de los cerezos tiene / contadas ya las horas de sus pétalos; y un cielo íntimo y personal que Susana Diez de la Cortina nos descubre:

A cielo descubierto

Cielo que me protege, cielo abierto,
todo lo que me gusta mirar en ti lo hallo,
lugar donde conviven la luz y la palabra,
donde el pájaro es pájaro, donde la nube es nube,
donde está contenido lo distinto en lo mismo,
el lugar que ha elegido mi amor para volar
en alas de mi anhelo hacia ti, cielo mío.

En esta primera parte también aparece el poema que da título a todo el libro, un canto a lo sencillo, desde una perspectiva vital y comunicativa:

La voz desnuda

Nuda la vida
y mudas las palabras.
Sin ropas ni sonidos,
la esperanza.



El segundo poemario que incluye esta obra de Susana Diez de la Cortina se titula Corazones blindados, un largo recorrido en torno a la pasión y a las emociones personales que salen a flote en cada uno de sus versos.
La autora inicia su andadura con un poema titulado como el segundo libro y que sirve de prólogo para recapacitar sobre la condición humana:

Corazones blindados

Caminamos por sendas donde el recuero es polvo
–reseca espuma del pasado–
donde los hombres llevan en el pecho
caparazones de tortugas muertas.

Del poso amargo de la vida emerge
sólo lo que no duele, la memoria
es la que blinda nuestros corazones:
conchas duras por fuera. Y vacíos por dentro.

Todo este volumen es un periplo reflexivo alrededor del amor y del desamor:

Como una rosa

Como la rosa
floreció un amor.
se deshojó también
como la rosa.

La naturaleza vuelve a ser alidada del yo poético: Tu amor fue como el musgo / sobre el alma; o: fuiste solamente otro hierbajo / de mi mente febril y enajenada…Solo con leer los títulos de los poemas que componen este segundo apartado, nos damos cuenta del poliedro temático que la autora nos disecciona verso a verso: “Amor en sombras”, “Amor temido”, “Amor no satisfecho” “Amor recíproco”, “Amor planchando”, “Amor vengativo” “Negación del amor”…

El amor recorre caminos sublimes, como el que surge de este poema:

Amor bajo la lluvia

Después de los abrazos
bajo la lluvia
el amor
cala.

O atraviesa lugares tan reales como los que afloran en “Obsequio”:

Odio la sordidez de los sucios moteles
donde habrás de quererme, con cercos renegridos
en los interruptores de la luz, colchas rojas […]
el rancio olor de aquello que nunca soñaríamos
que pudiera albergar un amor como el nuestro.

En medio de este tránsito de impresiones apasionadas, emerge un islote de especulación metapoética, un texto donde el yo poético desgrana sus intenciones creadoras:

Soberbia

No me conformo con mirar las cosas:
yo quisiera alzar torres de canciones,
anegar ese patio de cemento que veo
con frases como ríos inextinguibles,
calles de palabras
con las que ir de mi casa hasta las vuestras,
quisiera
levantar cada cosa caída con un verbo,
ser yo misma una resonancia…
Pero tampoco es eso
ni quiero conformarme con escribir así:
lo que quiero es la llama que hace saltar el brillo de la vida,
lo que quiero es el fuego,
lo que quiero es arder.

Con Aires somontanos como título, termina esta trilogía. Retoma la autora los caminos introspectivos del amor-desamor, apoyada en los recuerdos y rodeada de una naturaleza cómplice y simbólica, como en el primer poemario:

Humo

El calor de tu cuerpo
contenido en un soplo
vibra intenso en el aire,
fecundando el deseo;

disipada la nube
de humo, su recuerdo
queda solo en las yemas
heladas de tus dedos.


Todo un hallazgo poético encontrar este libro, que es un regalo para los amantes de la poesía; con un discurso lírico alejado de complicaciones estilísticas, pero capaz de llegar directamente al lector mediante un cuidado desplazamiento de significados que crean en el receptor un paisaje metafórico rico y variado, apoyado casi siempre por unos elementos del entorno natural que actúan como aliados estéticos:

Amor de piedra

Deja la dura roca
al blando musgo
colonizar su superficie árida
para mostrarse tierna,
incluso fértil:
la cara amable de la oculta piedra.

Tu amor fue como el musgo
sobre el alma
baldía de tu amante, su careta
mullida y protectora.
Nunca olvides
que el agua que te nutre es la que a él,
impermeable a todo,
le resbala.


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