La lectura de EL HILO DE ARIADNA de Felipe Espílez Murciano supone la inmersión
poética en el cuaderno de bitácora, en el diario de un alma sensible y
reflexiva, con una visión del mundo original y diferente.
Su primer poema, La hoja alborotada, es algo así
como la respuesta a la pregunta que todo poeta se hace en algún momento de su
vida: ¿por qué la poesía? Con la alegoría de la hoja en blanco que tiene una vocación de ser diferente a las otras...
Y un desprecio tan profundo por la nada que si no la escribes tú, se escribe
sola, Felipe Espílez parece que nos aclara, por una parte, la necesidad de la
escritura como un secreto inexplicable y, por otra, el poder que la poesía
ejerce sobre él.
En más de una ocasión, a lo largo
del libro, el autor nos habla de su relación con la poesía (Un destino de letras), (La gloria de la memoria). En Mis poemas no comparten hoja nos
cuenta la necesidad de 'almacenar' sus textos cuidadosamente en un espacio puro y blanco, donde nada estorbe a la
meditación recién nacida. El poema Promesa
verde nos presenta una extraordinaria situación lírica donde la hoja de
un árbol habla con el poeta:
Promesa
verde
En ese descenso pausado que tienen las hojas
al caer
se duerme el tiempo en el vuelo
se duerme el tiempo en el vuelo
se acompasa el corazón al último viaje
retrasando latidos y olvidando lágrimas.
retrasando latidos y olvidando lágrimas.
Ese cuarto de minuto de belleza
distraída
permite la despedida de la rama que fue
cuna
mientras acaricia el aire vertical de su único vuelo
para llegar al final, a tapar el suelo.
mientras acaricia el aire vertical de su único vuelo
para llegar al final, a tapar el suelo.
Y desde abajo, hecha ya alfombra de
caminantes
formando parte de la tierra que siempre ansió
sonríe la hoja por el envés de su revés
formando parte de la tierra que siempre ansió
sonríe la hoja por el envés de su revés
porque forma parte ya del universo
terrenal.
Después de haber vivido una vida de pájaro
sin alas
entre los versos de una estrofa vegetal,
entre los versos de una estrofa vegetal,
rueda, corre, vuela, al libre albedrío
del aire libre
sin frío en sus nervios
sin frío en sus nervios
sin cadenas arbóreas
feliz de no tener raíces.
Y la hoja, estremecida con un extraño
amanecer
me dijo, por el pequeño tallo que aún le perduraba:
me dijo, por el pequeño tallo que aún le perduraba:
Ruedo, corro, vuelo,
ya soy feliz y libre,
ya soy feliz y libre,
y por si mi vida ahora fuera corta
y para que mi árbol no me olvide
escribe, Felipe Espílez,
y para que mi árbol no me olvide
escribe, Felipe Espílez,
en estas frágiles líneas mi memoria.
Constancia persistente para la historia.
Y así lo hago, mientras el tiempo se
deshoja
en la redonda noria de la vida.
en la redonda noria de la vida.
Cada uno de los poemas del libro son
mundos diversos y aislados, que parecen no conectados. Pero el propio autor nos
aclara en el Interludio –presentación
de su obra hacia la mitad del libro– que todo está unido por un enlace invisible, por el HILO DE ARIADNA. Y es cierto,
porque ese filamento invisible del espíritu del poeta enlaza unos poemas con
otros, con la ayuda del lector, que va encajando las piezas hasta componer un
todo lírico...
Dentro de la amalgama de temas, de recursos
literarios, basados muchas veces en la anáfora o en las reiteraciones
intencionadas, como los versos finales de algunas piezas, podemos ver retahílas
preposicionales de amor, aforismos alfabéticamente ordenados, agudas consideraciones
sobre el paso del tiempo, la vida (Viento
de vida), el vacío del amor (Dos
soledades) o explicaciones sobre por qué el chopo es el Árbol de luna, cómo desaparecen los charcos o el cambio de
significado de la palabra asombrar
por amar... No podemos olvidar el
poema Así es, dedicado al
puerro, una bella oda comparable a la que Neruda dedicó a la cebolla.
Aparecen en el poemario textos con
aires del sur, que recuerdan a los autores del 27, por su lenguaje cargado de
lirismo: Lamento de Juan El Sonrisas,
Lamento ancestral o Deseos de oro, por ejemplo.
Al iniciar esta reseña, se apuntaba
que la obra de Espílez es el diario de
un alma sensible y reflexiva. Pues bien, la voz del alter ego que cuenta sus experiencias y preocupaciones asoma
periódicamente en la obra, unas veces en primera persona: "Vivo en un mundo nebuloso / asido al hilo de
la vida" (Un mundo Feliz); en otras ocasiones dirigiéndose a un tú
amado –recurrente durante toda la obra–: "Cada vez que me miras de soslayo / sin pensar que yo te vea" (Como si nada) o "Tú y yo podríamos llegar a un acuerdo..."
(Consenso). En otros momentos,
el poeta narra en tercera persona experiencias vividas: "La encontré dormida, con los ojos presos de
sus párpados..." (Elogio a
las olvidadas enaguas en métrica discontinua) o en primera persona:
"Nos sentamos en ese banco verde
desvelado..." (Un pliegue
furtivo). Es importante destacar tres momentos en los que el autor se
dirige –además del Interludio citado
antes– al lector. En Árbol de luna
plantea un análisis lírico de un hecho real; en Charco de primavera describe la teoría de la desaparición de
los charcos; y, en El bucle del tiempo,
hace partícipe al lector de sus cavilaciones lírico-filosóficas. Aunque en Curriculum vitae requiere la
atención de un Vd. al que se dirige el poeta, en este caso parece un soliloquio personal, un
interesante juego de voces.
A pesar de que el poemario está rodeado
de momentos positivos, muchos de ellos de carácter personal (Cómo te diría yo, amor), (Viento de vida), queda sitio para
las pesadillas (Noche y día) (Cánidos ladridos) y también para
la denuncia por los niños que mueren de hambre (Que no se me quiebre la voz), por los débiles (No me hables de progreso) o por los corruptos (A la risa tengo que hacerle un reproche).
Algunas de las imágenes más
utilizadas por Felipe Espílez en su libro están relacionadas con determinadas
partes, (muy sensuales) del cuerpo: labios (generalmente resecos por la espera),
piel, yemas de los dedos... La mirada también es un tema reiterado desde
distintos puntos de vista: lo trascendente (Mirada
hacia el fuego), (Trémula
mirada), la mirada fija, impenetrable (El poder) o pura (Sonrisas
de la lejanía).
Para acabar este análisis, es
necesario hacer referencia al uso continuado de los números a lo largo de todo
el poemario. El dos parece ser el número mágico (Entre dos rayos), (En
un cielo irresistible). Pero no siempre es el guarismo positivo. En Dos heridas aparece el desamor,
al igual que ocurre en Cigarrillos
ignorados. Los múltiplos de 10 se suceden uno tras otro: mil besos equivocados (Ocaso), morimos mil veces (El alma
sosegada), requiebra el alma en
diez pedazos (Palmeros de
Andalucía), la sensación de vivir
a cien latidos (Las yemas de mis
dedos), Y me recorren por los
labios diez mil rayos (Tu figura
es mi universo), para llevarla
(tu cara) en mi mente cien mil mañanas
(Campanillas)...
HILO
DE ARIADNA es todo un universo lírico y personal, transferido elegantemente
por Felipe Espílez Murciano a los lectores. Ellos sabrán utilizarlo para
adentrarse en un mundo diferente o para salir del laberinto hacia una vida ¿nueva?,
¿distinta?
Este es el último poema del libro, hermoso colofón que no necesita comentarios:
Este es el último poema del libro, hermoso colofón que no necesita comentarios:
Un
mundo feliz
Vivo en un mundo nebuloso
asido al hilo de la vida, casi flotando,
en un mundo ingrávido y redondo,
un espacio silencioso y completo,
peinado de estrellas
en un mundo ingrávido y redondo,
un espacio silencioso y completo,
peinado de estrellas
y de estrellas coronado.
Mi corazón, que late tras el suyo
espera diez mil primaveras
espera diez mil primaveras
y mientras viajo en el tiempo
se me llena de esperanzas la espera.
Mi destino es ver las dos lunas
que hay en la otra vida postergada
y en ese camino placentero
que hay en la otra vida postergada
y en ese camino placentero
todo crece a mi alrededor
en océanos aéreos.
Puedo ver con los ojos cerrados
las dos lunas que tanto ansío,
las dos lunas que tanto ansío,
la vista se me hace hueca
en esas dos lunas de rocío.
No comprendo bien mi viaje
ni tampoco entiendo lo que oigo
solo sé que navego
solo sé que navego
en un universo de estrellas de amor
que se encienden cuando vuelan.
que se encienden cuando vuelan.
Y vuelo el vuelo de mil aves
con alas de oscuridad,
con alas de oscuridad,
el mundo se me hace redondo
esférico el deseo más mío,
diez mil vírgenes puras
arrullan mi silencio puro.
esférico el deseo más mío,
diez mil vírgenes puras
arrullan mi silencio puro.
¡Ay, esas dos lunas!
se me precipitan los deseos
encendidas como farolas
encendidas como farolas
en el horizonte redondo y tierno.
Por fin mañana veré las dos lunas.
Mi cuerpo tiembla, mis manos arden.
Mañana, por fin, nazco.
Mi cuerpo tiembla, mis manos arden.
Mañana, por fin, nazco.
Mañana, veré por fin, los ojos de mi
madre.
¡¡Recomendado!!
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