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lunes, 9 de noviembre de 2015

«POEMAS DE AMOR PARA PSICÓPATAS», de Antonio Montoya

     Y en aquellos tiempos, Charles Bukowski se apareció en sueños a Antonio Montoya y le susurró al oído: 

–Este es mi poema escrito para ti:

«¿ASÍ QUE QUIERES SER ESCRITOR? 

Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas...»




     Y Antonio, inspirado y responsable, decidió publicar «Poemas de amor para psicópatas», porque le salía de dentro... y ardiendo.

     Aunque el libro se divide en tres partes distintas, en todas ellas aparece una voz desgarrada, indómita y algo granuja que juega con las palabras, con los espacios en blanco y con los silencios. Las letras de los poemas se enfatizan, se colorean -de rojo- o suben y bajan en las estrofas como ascensores o como palabras-escaleras mecánicas. Pero el juego también se extiende al lector. Una vez tomada la confianza suficiente, se atreve a proponer pasatiempos poéticos, crucigramas de amor, insólitas instrucciones o líricos anuncios publicitarios.

     Todo este mundo lúdico contrasta con la palabra dolorida que retrata a un personaje encerrado en un mundo preestablecido del que quiere salir en muchas ocasiones:

Caminamos todos por un mismo camino,
desde el mismo punto de salida,
hasta la misma línea de meta.
El código está establecido,
el orden fijado.
No te salgas de la fila.
Marca el paso.
Nace
crece
reprodúcete
muere.
Guarda las formas

O no

     Esta es la introducción al segundo bloque, pero resulta ser la melodía que se va a oír durante toda la obra.

     La primera parte, EL IMPERIO, tiene una estructura envolvente. Parece que nos hallamos ante las meditaciones de un diario íntimo, expresadas de un modo directo, como una poesía-bala que impacta a la primera y que no es necesario releer para sentirse herido. Aparece el reproche a la injusticia, al inmovilismo social y se aprecia la rebeldía contra lo establecido:

No lo jodas ahora todo
con palabras.

     Es importante destacar que muchos de los escenarios donde tienen lugar los acontecimientos parecen extraídos del cómic o del cine negro. Las calles de la ciudad, la noche:

noches negras
como un túnel
de bocas que se besan.

     Con sus prostitutas y sus gentes del hampa:

El hombre de la
esquina
vende la felicidad
en luminosas dosis blancas
y lleva un reloj tan caro
que hace que el tiempo se pare.

     Los interiores suelen ser dormitorios para el culto al sexo o habitaciones con una televisión que provoca o que es testigo mudo de la dura realidad.

     Algunos de los poemas, como "Escalera al infierno" (como un remedo de Escalera al cielo de Led Zeppelin) recuerdan al malogrado Miguel Ángel Velasco en su poemario La miel salvaje donde aparecen estados visionarios propiciados por alucinógenos.

     Aunque no hay referencia musical explícita en los versos de Antonio Montoya, al lector parecen rondarle cuatro cantautores que bien le podrían poner banda sonora a este primer bloque:

A la gente que habita esta zona
la poesía parece que les estorba... 
Enrique Bunbury

Me tocó crecer viendo a mi alrededor paranoia y dolor,
la moneda cayó por el lado de la soledad (otra vez)... 
Andrés  Calamaro

No será fácil, viajar a mi lado
dejo huella y cadáveres a mi paso...
Loquillo

Si ya nadie me espera es una cinta sin fin
solo me consuela tu piel.
Rosendo

     La incomunicación que expresa el poeta en los versos de esta parte inicial es recurrente. En algunas ocasiones parece agarrarse al salvavidas que le ofrece el amor, pero no llega a estar claro si puede eludir el peligro, porque la muerte ronda por todas la esquinas de los poemas. Y los cuchillos y las pistolas se encargan de recordarnos que no es amor todo lo que reluce...

     Presentado este panorama, es mejor pasar a la lectura detenida de los cuarenta y seis poemas que constituyen EL IMPERIO


     Pero antes, no me resisto a poner un decorado, aunque soy incapaz de elegir entre dos opciones. Una de ellas pertenece a la saga Blacksad de J.D. Canales y J. Guarnido, que no necesita comentarios: 



La otra es una curiosa casualidad: un papel pintado que se vende por Internet y que tiene muchos ingredientes de la obra de Antonio Montoya, incluidos el negro y el rojo...

 Papel pintado. Catálogo Versalite. Modelo Cómic 40s de DansLemur.

"Quién no se rinde al encanto de un callejón oscuro
y la expectativa de una puñalada certera
                                  justo en medio del alma."

Y para finalizar este apartado, La estación, un poema solitario, donde el alter ego parece entablar conversación consigo mismo. Es como si se mirase ante dos espejos paralelos, donde el reflejo de uno mismo se repite hasta el infinito...  para ver la muerte, la soledad, la luz del sol que apenas atraviesa los barrotes de las nubes de invierno.

La estación

Puedo marcar el paso
tal y como está establecido.
            Las medallas que ves
            las he ganado pisando la cabeza
            de gente como tú.
Las flores del jardín
esperan tu regreso,
melancólicas y abatidas.
La luz del sol apenas atraviesa
los barrotes de las nubes de invierno.
            Ya nunca sonríes.
            Los labios son grises
            y están torcidos.
Solo el rojo intenso
que salpica la pared
se acuerda del color
de tus mejillas,
cuando todavía el cielo
            era azul
y tus dientes eran luces
alumbrando la oscuridad.
Las avenidas persisten en su ausencia,
            y hay muertos sentados en los bancos
   de los parques que frecuentabas.
Ella ya no llora por ti.
Y su boca se entrega
            a los juegos que dominaba
                        en otros cuerpos.

Mejor la muerte
que  te ofrezco.

Mejor la noche fría
como un látigo
mortificando tu carne.

No escapes con tu mente.
Permanece aquí a mi lado.
El dolor es un paso hacia el conocimiento.
            El miedo es la antecámara de la fe.
                        Eres mío.
Yo soy tu muerte y tu resurrección.
Tu sangre manchando mis manos
            es el signo de nuestra unión.
Quizás mañana no amanezca.
   Y tengo la esperanza
de que quizás ya no te importe
            si amanece mañana
                        o no.


     En DIRECCIÓN PROHIBIDA, segundo bloque poemático del libro, con sesenta y cinco propuestas, han cambiado las circunstancias. El escenario vuelve a ser el mismo, pero visto desde fuera. Es un narrador-observador poético quien analiza el mundo que le rodea empleando malabarismos discursivos y verbales con dos vertientes principales: una social, con tintes satíricos y otra más íntima, aunque manteniendo un tono severo. Sirvan de muestra estos tres poemas:

Huellas

Está la farola
que arroja luz
sobre la fachada de tu casa.
El parque
de arena y cemento
y esos niños de barrio
con sus madres de barrio.
Hay nubes
y coches,
y viento.
Está la bodega
y el supermercado.
y un pequeño perro
cojo
guardián de esquinas
y paradas de autobús.


Anillos

Hay siempre una promesa
un compromiso
una deuda contraída.
La palabra dada
la permanencia
de lo efímero.
Todo está escrito
en el dorso
junto a la piel
del dedo
en la mano
de esos anillos
comprados
en tiendas de amor
y material penitenciario.


Piedras

Me duele el zapato
y hasta el pie
de tanto caminar
y caminar tanto
con este 45
cuando en realidad
y con motivo de la unificación europea
mi número es un 46.

Lo siento caballero
pero del modelo
de los lacitos
en el empeine
y en color burdeos
no nos queda su número.
Calza bastante
este fabricante
no obstante.


     Finalizan el libro una veintena de poemas agrupados bajo el título de HABITACIÓN VACÍA. Textos aún más críticos e introspectivos, pero no por eso carentes de amor y de humor:

Poemaseis

Solo una palabra
queda.
Puede ser
adiós,
Puede ser
ven,
Quizás sea
tal vez.
No, porque son
dos palabras,
y porque no hay sitio ya
en esta relación
para tanta
incertidumbre.


Poematrece

También es mala hostia
no haberme dado cuenta
del número del poema
antes de haber empezado
a escribirlo.
Ahora entiendo
por qué al ir a levantarme a por un jodido folio
he tropezado con la pata de la jodida mesa
y he ido a parar con mi jodido cuerpo
al jodido suelo
clavándome el jodido bolígrafo
que llevaba en el jodido bolsillo
de la jodida camisa
justo en medio de mi jodido corazón.
Ahora de todas formas,
ya desangrado y muerto
sobre el jodido suelo y todo ese rollo,
tampoco me importa demasiado.


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     Nos encontramos ante un poemario de Antonio Montoya que se podría enmarcar dentro de los territorios neorrealistas del ya citado Miguel Ángel Velasco, del joven Alfonso Gómez Aguirre o del consolidado Roger Wolfe, donde el realismo social se hace denuncia y el intimismo confesional desemboca en la reflexión, pero con algún matiz nihilista. Se trata de un mundo real deformado, al más puro estilo expresionista, en el que una voz desnuda muestra, desde una postura subjetiva, las miserias del ser humano y de su mundo circundante.


5 comentarios:

  1. Pues según los poemas que has compartido me parece muy certera tu reseña José Luis.
    Un poemario que creo que no deja indiferente. Gracias por compartir.
    Saludos,
    Sandra.

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  2. Gracias por la lectura y por tu opinión. A Antonio también le ha gustado. Parece que lo he diseccionado bien...
    Un saludo.
    JL

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  3. Un escritor impresionante y una magnífica reseña :)

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  4. Pues muchas gracias, lector/a desconocido, por tu tiempo y tus palabras.

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